martes, 27 de marzo de 2007

EL PERIODISMO: LOS PRINCIPALES SUBGÉNEROS PERIODÍSTICOS

Introducción
El lenguaje utilizado por los medios de comunicación de masas se corresponde habitualmente con el nivel coloquial del habla, aunque en algunas ocasiones, por la calidad del medio o por el género utilizado, puedan rastrearse tanto vulgarismos como usos cultos o incluso literarios.
Por obvios motivos prácticos aquí trataremos sólo de la prensa escrita.
Los manuales de estilo
Dada la difusión de estos medios, la influencia que ejercen sobre la lengua es trascendental: el hablante medio tiende a imitar los usos lingüísticos de la prensa, la radio y la televisión. Por esta razón, los periodistas tienen la obligación moral de utilizar la lengua con la mayor corrección y propiedad. Buena prueba del interés de los periodistas y de las empresas editoras por la utilización del lenguaje son los manuales de estilo publicados por algunas empresas editoras de periódicos.
Objetivos de la prensa
En general, todo medio de difusión persigue tres objetivos: informar, orientar y entretener. El uso de la lengua varía según el objetivo que prevalezca en un determinado programa o en un artículo periodístico. Para informar se emplea un habla coloquial y un tono expositivo. Para orientar se utiliza un habla más culta, más formalizada, con abundantes términos abstractos, ya que el periodista transmite ideas o reflexiones que surgen del análisis de unos hechos. La exposición se combina en este caso con la argumentación. Para entretener se usa un habla más informal, con tendencia a incluir mayor número de rasgos familiares que de rasgos cultos. Tras estos objetivos teóricos se esconde con demasiada frecuencia la voluntad de influir sobre la opinión pública e, incluso, en el caso de algunos medios, de manipularla.

Características del lenguaje periodístico
Teniendo en cuenta la variedad de subgéneros a los que las características generales que vamos a estudiar han de corresponder, es inevitable que hablemos de rasgos generales, no aplicables en su conjunto a todos los subgéneros periodísticos. No obstante, en todo escrito periodístico se podrán rastrear en mayor o menor medida las siguientes características:
Concisión
El volumen de hechos informativos es tan grande que la concisión es un rasgo imprescindible cuando se quiere transmitir en un espacio o en un tiempo fijos la mayor cantidad de información posible. No hay que olvidar que concisión y brevedad no son dos palabras sinónimas.
Especial disposición de los contenidos
La subordinación a un espacio o a un tiempo determinados y el deseo de captar el interés del lector u oyente hacen necesaria una especial disposición de los contenidos en los artículos periodísticos. En una noticia, por ejemplo, los datos de mayor interés se incluyen en primer lugar y, a continuación, se desarrollan aspectos secundarios de la noticia (estructura de pirámide invertida). De este modo, si la noticia tiene que ser recortada por falta de espacio o de tiempo, se omitirán los elementos accesorios, nunca los elementos principales.
Tendencia al cliché
La propia urgencia con que se redactan los textos periodísticos, junto con la búsqueda de la concisión, fomenta la creación de un lenguaje con cierta tendencia al cliché, el uso de frases hechas, metáforas manidas y tópicos. Esto constituye un defecto señalado por todos los manuales de estilo.
Sintaxis sencilla. Orden lógico
El empleo de oraciones cortas y de un léxico sencillo facilita la comprensión de los textos periodísticos. Los diversos elementos de la oración deben estar dispuestos siguiendo el orden lógico: sujeto, verbo, complementos (directo, indirecto, circunstancial). Este orden sólo debería verse alterado para destacar alguno de los componentes de la oración.
Objetividad
Toda información debe ser tratada con la mayor objetividad. La presencia de adjetivos antepuestos o valorativos es un síntoma inequívoco de subjetivismo en el tratamiento de esa información, como también lo es la presencia de pronombres o de formas verbales en primera persona. Con todo, muchos autores afirman que la objetividad pura no existe, ni podrá existir nunca en los medios de comunicación.
Subgéneros periodísticos

Estudiaremos seis de los subgéneros periodísticos fundamentales; cuatro de ellos de los llamados de información: la noticia, la crónica, el reportaje y la entrevista; y dos de los que se denominan de opinión: la columna y el editorial.
La noticia
En líneas generales, la noticia es un artículo en el que se informa de un hecho de interés ocurrido recientemente. Constituye el elemento primordial de la información periodística y el género básico del periodismo.
Dos características permiten diferenciar la noticia de otros géneros periodísticos cuya finalidad es también informar: la brevedad y la objetividad. El fin de la noticia no es otro que informar de un suceso sin añadir ningún tipo de análisis o de comentario. Por eso la brevedad y, por tanto, la concisión son imprescindibles a la hora de redactar una noticia. La redacción de una noticia ha de ajustarse con la mayor exactitud a los hechos ocurridos. El autor debe limitarse a informar con objetividad, sin dejar traslucir su opinión o su actitud ante lo que narra.
Al redactar una noticia hay que evitar el uso de adjetivos que denoten subjetividad, especialmente los antepuestos, y los pronombres personales o verbos en primera persona. En general hay que utilizar oraciones breves, claras y sencillas.
La estructura habitual de la noticia suele ser de pirámide invertida, técnica de relato periodístico que compone el texto partiendo de lo más importante y concluyendo en lo de menos importancia. Así, en caso de exceso de original, la información puede cortarse empezando por abajo. Suele incluir los siguientes elementos:
Titular. Véase lo dicho en el apartado Titulares de prensa.
Entradilla. El primer párrafo de una noticia suele llamarse entradilla y contiene lo principal del cuerpo informativo, pero no necesariamente un resumen de todo el artículo. Ha de ser lo suficientemente completa y autónoma como para que el lector conozca lo fundamental de la noticia sólo con leer el primer párrafo. De él se desprenderá el título de la información. Según el Libro de estilo de El País, su extensión ideal son unas 60 palabras. La entradilla suele contener las clásicas respuestas a las preguntas qué, quién, cómo, dónde, cuándo, y por qué.
El cuerpo de la noticia desarrolla la información con todo tipo de elementos complementarios; incluye los datos que no figuran en la entradilla, explica los antecedentes y apunta las posibles consecuencias. Esto no significa que se puedan incluir opiniones partidistas o juicios de valor sobre lo que se narra.
La crónica
La crónica no es otra cosa que una noticia a la que se añade un comentario personal del autor. Por eso, la crónica se define habitualmente como una noticia ampliada y comentada.
La intervención del cronista confiere a la crónica dos de sus características sobresalientes: el subjetivismo y la expresividad.
El cronista presenta los hechos desde un determinado punto de vista y los interpreta mediante comentarios en los que expresa su opinión acerca de lo ocurrido. Por eso, el subjetivismo sustituye en la crónica a la objetividad propia de la noticia. Ello no significa, sin embargo, que el cronista pueda apartarse de la verdad ni desvirtuar los hechos: la veracidad siempre debe presidir cualquier trabajo periodístico.
Puesto que el periodista intenta dar una visión original de lo sucedido, la crónica es uno de los géneros periodísticos que más se prestan a la utilización de un lenguaje personal cargado de expresividad y muchas veces próximo al lenguaje literario. Es frecuente en las crónicas la utilización de diversos artificios estilísticos.
El reportaje
Es un artículo en el que se plasma el resultado de las investigaciones hechas por el periodista sobre un tema de actualidad. Así pues, su finalidad es informativa.
El punto de partida de todo reportaje son los hechos que constituyen o constituyeron noticia y que mantienen aún interés. Sobre ellos, el periodista intenta reunir datos, conocer las causas, presentar antecedentes, analizar las consecuencias, contraponer puntos de vista diversos y diferentes interpretaciones, conocer las opiniones de los protagonistas o de los testigos de los hechos... y todo ello con el fin de ahondar cuanto sea posible en el problema objeto del reportaje para presentarlo en todas sus vertientes. Esta exhaustividad en el tratamiento de los temas hace que el reportaje precise de un espacio mucho mayor que cualquier otro género periodístico.
Los datos que componen el reportaje deben ser tratados y presentados con la máxima objetividad, de modo que el destinatario pueda formarse una opinión cierta sobre ese tema. La falta de objetividad supone transmitir una visión parcial, deformada o equivocada de los hechos.
Al ser muchas las fuentes y diversos los materiales que hay que tratar, el reportero corre el riesgo de transmitir desorganización e incoherencia a su relato. Es por ello conveniente que la organización del trabajo se haga de modo cuidadoso para que tenga unidad y congruencia argumentativa. Un buen medio para ello es buscar un hilo conductor que hilvane todo el artículo.
La entrevista
Uno de los elementos más característicos del reportaje es la entrevista, mediante la cual el periodista solicita a otra persona su versión sobre los hechos o su opinión sobre el asunto objeto del reportaje. Los datos que el entrevistado aporta en este tipo de entrevista reciben el nombre de declaraciones.
Con frecuencia el reportaje tiene por objeto al propio entrevistado, del cual se pretende descubrir, más que sus opiniones, su modo de ser, de vivir o de actuar. En tales casos la entrevista se denomina entrevista de personalidad y suele convertirse en el ingrediente principal y, a veces, exclusivo del reportaje. En ocasiones la entrevista de personalidad adopta la forma de test psicológico.
Suele combinarse con la descripción del personaje y del ambiente en que se desarrolló la entrevista y con comentarios acerca de aquellas circunstancias que pueden aclarar o completar el mensaje: entonación, gestos, reacciones... Habitualmente, la entrevista escrita va precedida de una introducción en la que el periodista presenta al personaje e introduce sus circunstancias personales.
La columna
Los principales medios de comunicación de masas no sólo informan, sino que tienen además una enorme capacidad para formar la opinión del público en temas de interés general y guiar esa opinión en un sentido o en otro. Esa capacidad se manifiesta sobre todo en los llamados artículos de fondo o columnas.
En ellos, el autor analiza desde su perspectiva algún hecho de actualidad y expresa las ideas y reflexiones que ese hecho le sugiere. Los temas tratados son tan diversos como la actualidad misma: religión, política, economía, deportes...
El punto de partida del artículo de fondo es con frecuencia una noticia concreta que el autor analiza, explica y valora, tratando de extraer conclusiones de validez universal.
El artículo de fondo suele ser obra de un redactor del periódico o de una persona de reconocido prestigio en los asuntos sobre los que escribe.
En general suelen ser subjetivos y poseer un gran rigor argumentativo: puesto que el artículo de fondo recoge la opinión de una persona, es un reflejo de la ideología de su autor. Por eso, el artículo de fondo va firmado e, incluso, en algunos casos se expresa la filiación política o académica del articulista.
La efectividad de un artículo de fondo depende en buena medida de la solidez de los razonamientos que contiene, es decir, de su rigor argumentativo. El autor debe demostrar que sus conclusiones son ciertas y, por tanto, debe graduar e hilar sus argumentos de forma que el lector admita las tesis propuestas. Es un género muy cercano al ensayo.
El editorial
Cuando el artículo de fondo refleja la opinión del periódico ante un determinado asunto, recibe el nombre de editorial. En este caso, el artículo no lleva firma, aunque suele publicarse junto a la cabecera del periódico.
Los medios de comunicación se valen del los editoriales para orientar a sus lectores y hacerles tomar conciencia de determinados problemas. Por eso, a través de ellos se puede conocer la línea informativa y la ideología de un periódico.
Aunque, en última instancia, el director es el único responsable de cuanto se diga en el editorial, éste es un artículo colectivo cuyo contenido suele ser acordado entre un grupo de personas afines a la línea política del periódico o de la empresa propietaria del mismo. Después, una de esas personas se encarga de su redacción definitiva, para que el artículo muestre unidad de estilo.

Los titulares de prensa
La función de atraer el interés del lector hacia una información recae en buena medida sobre los titulares. Un titular es el conjunto de palabras que encabeza cualquier texto periodístico y le da nombre o título. En ellos se debe presentar de modo objetivo, atractivo y sintético la información que seguidamente se desarrolla. Un titular no suele superar la docena de palabras. Una estructura sintáctica muy frecuente en los titulares es la frase nominal. Hay dos tipos de titulares:
Titulares informativos
Son un resumen breve y conciso de la noticia o texto que viene a continuación de ellos. Se distinguen por ser habitualmente afirmativos y por su claridad (El entrenador ya no dirige el equipo > fue cesado). Muchas veces se produce la omisión del verbo y se emplean sobre todo sustantivos y adjetivos, que proporcionan rotundidad y concisión.
Preocupación en Jerez por el futuro del sector vitivinícola.
Los titulares que reproducen en estilo directo declaraciones de personalidades pueden suprimir el verbo introductor, para lograr un mayor dinamismo:
Aragonés: "Lo importante es el gol"
Raúl: "Tenemos que estar unidos"
Los titulares informativos se caracterizan por su objetividad y porque no condicionan al lector a la hora de interpretar la noticia que va a leer.
Titulares sensacionalistas
Otros titulares prefieren captar a toda costa el interés del lector y hasta sorprenderlo; emplean una gran variedad de procedimientos retóricos para impresionar al posible lector y conseguir que lea el artículo. Son los titulares llamativos o sensacionalistas. Constituyen un defecto en los textos informativos porque condicionan la interpretación o valoración de la noticia que el lector pueda realizar.
Algunos recursos utilizados por estos titulares pertenecen a la mejor tradición de la retórica literaria y recuerdan en muchos casos a las frases publicitarias (eslóganes).
Dilogía o ambigüedad. Empleo de palabras con varios posibles significados.
Endesa: soluciones de alta tensión
Botella al Ayuntamiento y botellón en las calles
Juego de palabras.
Cascos los prefiere con doble casco
Estructuras bimembres. Se divide una oración en dos partes que pueden ser antitéticas o sinónimas.
Pleno catalán, desastre madrileño
Censura, no; injuria, tampoco
Paradoja. Combinación de palabras que aparentemente se contradicen.
Niños y yonquis
Frases hechas modificadas. Una frase hecha muy común o el título de alguna obra literaria se renuevan al sustituir alguno de sus elementos por otro nuevo.
Aquí hay gasto encerrado
El ingenioso hidalgo don Mariano Rajoy

El periodismo español en el siglo XX

La estabilidad de la Restauración contribuyó al nacimiento y desarrollo de los periódicos de empresa, que también sufrieron la crisis nacional de 1898. La obligada regeneración periodística se produjo gracias a la aparición, a principios del siglo XX, de tres nuevos diarios: ABC, Sol y El Debate.
Al estallar la Guerra Civil, el periodismo se convirtió en arma de combate, en instrumento de propaganda al servicio de los intereses de cada bando. Con la victoria del general Franco se impuso un largo periodo de control informativo, que varió notablemente a lo largo de casi cuarenta años de dictadura. Dos leyes de prensa marcan el periodismo de esta época: la de Gabriel Arias Salgado de 1938 y la de Manuel Fraga de 1966.
Tras el protagonismo alcanzado en la consecución de un régimen de libertades, entre ellas la informativa, la prensa afrontó una redefinición de su papel en la sociedad y en la política. La democracia dio paso a un nuevo panorama en el que el periodismo es protagonista de la configuración de la agenda política, lo que trajo consigo una lucha de fuerzas entre las distintas empresas de comunicación.
Siglo XX :
Pimer tercio: Gran altura intelectual y literaria: El Sol, Crisol y Luz, El Liberal y La Libertad publican en cada uno de sus números artículos de escritores que comentan la actualidad política y social, o escriben sobre temas estrictamente literarios, científicos o filosóficos.
En las primeras décadas de este siglo se produce el auge del ensayo en la prensa, con nombres como D'Ors, Salvador de Madariaga, Gómez de la Serna y Maragall.
Publicar en El Imparcial o ABC era la consagración. En El Imparcial lo hacen Valle-Inclán y Ortega. Este último escribe además en la revista España, de su propia fundación, así como en El Espectador y en la Revista de Occidente.
Unamuno publicó gran parte de su obra en los periódicos.
Tras la Guerra Civil aparece la censura y se produce un retroceso en la producción intelectual en general, debido en parte al exilio de muchos escritores y a la represión franquista. Falangistas y católicos publican en las revistas Escorial y Arbor.
El suplemento literario de Arriba difunde la "nueva literatura" del régimen de Franco.
En la década de los 60 hay signos de una relativa liberalización, con la aparición de la Revista de Occidente en su segunda época, y sobre todo de Cuadernos para el diálogo, de tendencia "demócrata cristiana", promovida por Ruiz Jiménez. También destacan Triunfo y Destino. En 1966 el Diario de Madrid se caracterizó por un tono marcadamente intelectual.
En 1975 desaparece Arriba y nace El País, afianzándose los periódicos de alcance regional / nacional que dedican especial atención a sus respectiva culturas. Todos los grandes diarios dedican artículos y suplementos semanales a la literatura: La Vanguardia, El Periódico, El Mundo, Las Provincias, El Correo Vasco,...etc.
Con todo ello, la literatura de fines del siglo XX y principios del siglo XXI tiene mucho menor peso en la prensa diaria que en sus inicios; no pasa de ser una oferta más dentro de la globalidad a que aspiran los grandes diarios, incluso en los que pueden definirse como de calidad. No es menos cierto que los periódicos siguen siendo los grandes altavoces de la literatura.
En cuanto a la era de "Internet-WWW", que surge en las postrimerías del siglo XX y está vigente en estos inicios del XXI, la prensa principal española se ha adaptado con éxito al nuevo formato digital, siendo accesible en la red la mayoría de las publicaciones que no hace mucho sólo eran alcanzables en papel. Internet ha supuesto una gran revolución para el mundo del periodismo, y por ende para el de la prensa literaria. Entre las muchas ventajas nos quedamos con una : la de la facilidad de divulgación de artículos, suplementos y ensayos intelectuales no sólo a nivel estatal, sino mundial, para un amplio abanico de lectores, dondequiera que est@s se encuentren. Por otra parte, las ventajas que esto aporta en el ámbito de la docencia son infinitas.
A lo largo de este primer bloque, vas a comprobar, también, cómo la historia de nuestro país, durante los siglos XIX y XX está muy relacionada con la creación de periódicos, con el intento de control de los mismos, su influencia y su capacidad para trasladar a la opinión pública española aquellos acontecimientos que se sucedían y que resultaban de interés nacional.
España hasta 1975
En el último tercio del siglo XIX la prensa española experimenta un cambio trascendental: nace el periodismo informativo y se acaba el predominio existente desde el siglo XVIII de la prensa de opinión. Es el preludio de los periódicos actuales. Los periódicos de partido fueron desplazados por los de empresa o prensa industrial. Se empezó a buscar la rentabilidad económica y se alcanzaron tiradas importantes, consiguiendo ingresos con la venta de los ejemplares y con la publicidad.
Los primeros periódicos de estas características fueron Las Novedades, fundado por Ángel Fernández de los Ríos en 1850, que incluía esencialmente noticias divididas en secciones, y La Correspondencia de España que era una apuesta abiertamente informativa frente a la abundancia de periódicos políticos que en ese momento predominan en España. Comenzaba la "edad de oro del periodismo español". Surgen importantes periódicos como Las Provincias (Valencia, 1866), La Voz de Galicia (A Coruña, 1872), La Vanguardia (Barcelona, 1881), El Adelanto de Salamanca (1883); Heraldo de Aragón, etc. También aparecen revistas gráficas semanales con ilustraciones y fotografías, como La Ilustración española y americana, Blanco y Negro y Nuevo Mundo.
En la década de los 80 hay que destacar a los dos únicos periódicos españoles que imprimían en rotativa con papel continuo: El Imparcial, fundado en 1867 por Eduardo Gasset, y que alcanzó tiradas de 140.000 ejemplares, y El Liberal, que nació en 1879 fruto de una escisión en la redacción del primero. Este último estaba dirigido por Miguel Moya, tenía edición en Madrid, Barcelona, Bilbao y Sevilla y una orientación política a la izquierda de su antecesor. La rotativa abarató los costes y permitió bajar el precio de venta del periódico aumentándose con ello el número de ventas totales por lo que también comienzan a utilizarse titulares más atractivos para captar a más lectores.
En 1890 aparece el Heraldo de Madrid y en 1905 ABC, que surge como un diario novedoso por la abundante información gráfica y por el moderno formato. En 1906 El Liberal, El Imparcial y El Heraldo de Madrid se asocian para aumentar su dominio, aunque son acusados por sus competidores de trust monopolista, y en 1917 nace un periódico que causaría sensación por su calidad: El Sol. Tenía doce páginas (frente a las ocho de la mayor parte de sus competidores) con abundante información local, cultural e internacional, incluía también suplementos semanales. Su promotor fue Nicolás María de Urgoiti. El filósofo José Ortega y Gasset escribía casi a diario en sus páginas y era su auténtica referencia intelectual. Otros periódicos importantes de esos años fueron: El Debate, La Voz, La Libertad e Informaciones.
En 1923 llegó la dictadura de Primo de Rivera, gran retroceso para la prensa al establecer la censura previa y, en 1931, la II República, bien vista en principio (excepto por ABC, monárquico) y muy criticada después. Surge una dura prensa opositora tanto a la derecha como a la izquierda. Son tiempos de movilización política y, de nuevo, de periódicos de partido: carlistas, monárquicos, integristas, fascistas, anarquistas y comunistas. Todos de limitada difusión pero que acentuaban la inestabilidad del sistema político. En Cataluña y en el País Vasco surge una importante prensa nacionalista: Euskadi (Bilbao), El Día de San Sebastián, L`Opinió, L` Humanitat, etc.
En 1936 estalló la Guerra Civil y la información desapareció en las dos zonas combatientes para convertirse en descarada propaganda. En la zona republicana, los periódicos de derechas fueron confiscados y puestos al servicio del bando republicano. Del mismo modo procedió el bando que se había sublevado contra la República con los de izquierdas. La Iglesia puso toda su organización al servicio de la propaganda franquista y la Falange llegaría a contar con distintas publicaciones. Lo fundamental era levantar el ánimo de los combatientes e intimidar al enemigo. Para ello surgen los periódicos de campaña y los de las unidades militares. También se procuró influir en los distintos corresponsales extranjeros para que la prensa internacional apoyase a uno u otro bando en cuestión.
Tras la Guerra Civil vinieron los 40 años de dictadura militar del general Franco que mantendría como una obsesión constante el control de la prensa y de los demás medios de comunicación, aunque se pueden distinguir dos períodos:
1939-1966 y 1966-1975. En el primero, la censura previa se aplica con extremo rigor. Se eliminan todos los medios de comunicación que habían estado vinculados a la República, se introducen en los textos consignas propagandísticas y se designa a los directores de todos los periódicos. La prensa se hace monótona, sin margen para la mínima crítica. Hay tres tipos de periódicos: los de propiedad privada (como ABC, La Vanguardia, La Voz de Galicia, etc.), los de la Iglesia (Ya) y los del "movimiento" (destaca Arriba). También hay que recordar al diario Pueblo, propiedad de los sindicatos verticales y escuela de muchos de los periodistas que iban a protagonizar la renovación de la prensa durante la transición. El segundo período comienza en 1966 con la aprobación de la llamada "Ley Fraga" que supuso un punto de inflexión con una relativa apertura del sistema informativo: se comenzó a publicar información antes impensable (diario Madrid) y la prensa oficial fue perdiendo mucho terreno. Aparecen revistas mensuales y semanales que tenían menor vigilancia que los diarios y fueron decisivas para difundir ideas acerca de la necesaria salida de la dictadura: Cuadernos para el Diálogo, Triunfo, Destino o Cambio 16. También proliferaron las revistas del corazón: Hola, Diez Minutos, Lecturas, Semana... y alcanzó importante éxito el semanario de sucesos El Caso. Los periódicos deportivos más leídos eran As y Marca.
España democrática
Tras la Guerra Civil, España tendría que esperar casi 40 años, hasta 1975, para recuperar un sistema democrático y dejar de sufrir el control constante sobre la prensa y los demás medios de comunicación, aunque se puede hablar algún que otro tímido avance durante esos años.
Un ejemplo de esos intentos de adaptación a los tiempos fue la famosa "Ley Fraga", aprobada en el año 1966. Una Ley de Prensa, cuyo artífice fue Manuel Fraga Iribarne, presidente de honor del PP, que supuso una relativa apertura del sistema informativo, de forma que los periódicos y la prensa en general comenzaron a tratar temas algo más variados y con una mentalidad un poco más moderna, aunque seguía siendo muy importante el control del régimen. La "Ley Fraga" ayudó a la prensa de propiedad privada a alcanzar mayor protagonismo e ir desplazando , poco a poco, a los periódicos de la Iglesia y del "movimiento", pero no fue la solución, desde luego. Sin ir más lejos, el diario Madrid trató de aprovecharse de las posibilidades de libertad informativa que propició la ley, pero debió aprovecharse "en exceso" porque fue cerrado en 1971.
La llegada de la democracia y la Constitución de 1978 supusieron una verdadera revolución en los medios de comunicación españoles. Los periódicos experimentaron importantes cambios de propiedad, gozaron de la libertad de expresión y sufrieron una profunda renovación tecnológica.
En 1976 aparecieron dos diarios que revitalizaron el panorama periodístico español: El País y Diario 16. El primero era un proyecto periodístico que venía preparándose con esmero desde años antes de la muerte de Franco. Inspirado por el hijo de Ortega y Gasset, José Ortega Spotorno, dirigido por Juan Luis Cebrián, y respaldado por un fuerte grupo financiero. El periódico planteaba como objetivo la construcción de una democracia plena con una profunda renovación de la sociedad española. Su éxito fue rotundo y conseguiría alcanzar el liderazgo de ventas de los periódicos de información general hasta la actualidad. En los años 80 publicará también una edición internacional y será la base para la creación del grupo de comunicación multimedia español más poderoso: PRISA, (http://www.prisa.es/) que agrupa, a El País, una parte de las grandes cadenas de radio (SER, Cadena 40, Dial,M-80), empresas de televisión (Canal Plus, Localia TV; Canal Satélite Digital), As; editoriales importantísimas como Santillana, Alfaguara, El Correo de Andalucía, etc. Por su parte, Diario 16 surgió con una firme voluntad de defender con vigor el sistema democrático y realizar un periodismo trepidante y de calidad. Junto a Cambio 16 permitiría la constitución de otra fuerte empresa: Grupo 16 que controlaba distintas publicaciones y fue muy importante hasta su declive en los años 90. Muchos autores identifican a Diario 16 como el periódico de la transición por excelencia.
En cuanto a los periódicos que provenían de la etapa franquista, se encontraban con dificultades para poder adaptarse a los nuevos tiempos. Todos los pertenecientes a la prensa del movimiento: Informaciones, Pueblo, El Alcázar o Arriba acabarían desapareciendo de los kioscos españoles en pocos años. Tan solo algunos periódicos regionales y locales que también provenían del Movimiento consiguieron sobrevivir gracias a que pasaron a manos privadas y fueron completamente renovados.
Con la democracia se potencian las publicaciones económicas, Cinco días y Expansión, ganan lectores las revistas del corazón y aparecen algunas revistas de carácter erótico-satírico como Sal y Pimienta o El Jueves. También aparecen nuevas revistas semanales de información general, dos con mucho éxito: Interviú, nacida en 1976 y Tiempo en 1982.
Los históricos ABC y Ya consiguieron adaptarse a los nuevos tiempos, aunque al final sólo sobrevivió ABC, que tuvo que superar importantes dificultades. Bajo la dirección de Luis María Anson, fundador del diario La Razón, se convierte en uno de los periódicos más vendidos del país y se convierte en el testigo de toda la historia de nuestro siglo XX. Ya desapareció en 1993.
En los 80 se refuerza la prensa regional con nuevos periódicos y la consolidación de otros veteranos. El Correo (del Grupo Correo, actualmente el más poderoso en la prensa local y autonómica), El Periódico de Catalunya (del Grupo Z), La Vanguardia, La Voz de Galicia y el Heraldo de Aragón son los que alcanzan las mayores tiradas. Distintas empresas extranjeras comienzan a comprar periódicos y revistas españolas y empiezan a editarse periódicos gratuitos financiados exclusivamente con la publicidad (Menos 20, Gaceta Universitaria, Diario Médico).
En 1989 el director de Diario 16 -Pedro J. Ramírez- junto a un grupo de sus redactores y con el apoyo de distintos financieros, decide lanzar un nuevo periódico: El Mundo del siglo XX. Un diario cuidado al máximo en su diseño que practicaría un periodismo de investigación y de denuncia y que, últimamente, se muestra afín a los grupos políticos de la derecha política. Ha conseguido ser el segundo periódico de información general de mayor difusión, por detrás de El País.

(Al texto original de Alfonso Sancho Rodríguez se le han hecho pequeñas modificaciones. Algunos nombres de periódicos figuran en cursiva -como debe ser- y otros azulados, porque se supone que podéis acceder a una información particular sobre ellos)

jueves, 22 de marzo de 2007

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EL TEATRO

La dramática constituye uno de los principales géneros literarios. Presenta, de manera directa, uno o varios conflictos a través de uno o varios personajes que desarrollan sobre la escena el argumento gracias, fundamentalmente, al diálogo. El teatro o dramática se presenta ante los posibles receptores de dos maneras: mediante la actuación de los actores sobre un escenario delante del público o a través de la lectura de la obra como si se tratase, por ejemplo, de una novela. De todos modos, las obras teatrales están concebidas para ser representadas, y cualquier lectura personal no es más que un ejercicio incompleto, ya que hemos de prescindir de elementos tales como la música, la iluminación, el movimiento de los actores...
Características del género dramático
Así, este género literario cuenta con las siguientes características básicas:
-Los autores dramáticos deben contar una historia en un lapso de tiempo bastante limitado, con lo que no se pueden permitir demoras innecesarias.
-El hilo argumental debe captar la atención del público durante toda la representación. El recurso fundamental para conseguirlo consiste en establecer, cada cierto tiempo, un momento culminante o clímax que vaya encaminando la historia hacia el desenlace.
-El teatro es una mezcla de recursos lingüísticos y espectaculares, o lo que es lo mismo, el texto literario se suma, como un elemento más, a los elementos escénicos pertinentes para conseguir un espectáculo completo.
-Aunque podamos leer una obra de teatro, los personajes que intervienen en ella han sido concebidos por el autor para ser encarnados por actores sobre un escenario.
-La acción se ve determinada por el diálogo y, a través de él, se establece el conflicto central de la obra.
-El autor queda oculto detrás del argumento y los personajes. Si leemos una obra teatral, observaremos que de vez en cuando aparecen indicaciones sobre cómo debe ser el escenario o cómo deben actuar los personajes. Estas instrucciones se denominan acotaciones. Por lo demás, los sentimientos del autor, sus ideas y opiniones se encuentran diluidos en la amalgama de personajes y ambientes que forman una obra de teatro.
A partir de estas características generales, los elementos que otorgan personalidad propia a este género son los siguientes:
Acción
Son todos los acontecimientos que suceden en escena durante la representación relacionados con la actuación y las situaciones que afectan a los personajes. Dicho de otro modo, la acción es el argumento que se desarrolla ante nuestros ojos cuando asistimos a una representación teatral. Este argumento suele estar dividido en actos o partes (también denominados jornadas). La antigua tragedia griega no se dividía en actos, sino en episodios (de dos a seis) separados entre sí por las intervenciones del coro. A partir del teatro romano se generalizó la división en cinco actos, hasta que Lope de Vega (1562-1635) redujo la acción a tres actos, división que llega hasta hoy. Si dentro de un acto se produce un cambio de espacio, entonces se ha producido un cambio de cuadro, con lo que dentro de un acto puede haber distintos cuadros según los espacios que aparezcan. Por otra parte, cada vez que un personaje sale de la escena, o bien cuando se incorpora uno nuevo, se produce una nueva escena. Un acto constará de tantas escenas como entradas y salidas de personajes haya.
Personajes
Son quienes llevan a cabo la acción dramática a través del diálogo. Debido a las limitaciones espacio-temporales de una obra teatral, es difícil que podamos asistir a una caracterización psicológica profunda de todos los personajes, por lo que sólo son analizados con detenimiento los protagonistas. Los personajes se suelen valer de la mímica o los gestos como complemento al discurso. Estas expresiones fisonómicas o gestos suelen obedecer a las acotaciones del autor, aunque en algunas representaciones es el director de escenografía el que dicta los movimientos de los actores, en ocasiones, de manera distinta a las acotaciones. Con la eclosión del teatro durante el Siglo de Oro (XVI-XVII), aparecen una serie de personajes o tipos característicos que representan actitudes o comportamientos ideales, tales como el galán, la dama, el padre o hermano de la dama, el gracioso como contraste al galán, el criado criticón o el soldado presumido y fanfarrón. A partir del Romanticismo no podemos hablar de tipos determinados, sino de personajes que evolucionan ante los ojos del espectador.
Tensión dramática
Es la reacción que se produce en el espectador ante los acontecimientos que están ocurriendo en la obra. Los autores buscan el interés del público mediante la inclusión de momentos culminantes al final de cada acto, lo cual contribuye a que se mantenga la atención hasta el desenlace. La tensión dramática pone en juego recursos como el avance rápido de la acción justo después de la presentación, de modo que se pone inmediatamente en marcha el conflicto; momentos que van retardando el desenlace, con lo que el interés aumenta, y el denominado anticlímax, cuando el conflicto que presenta la acción llega a un desenlace inesperado o no previsto.
Tiempo
No es fácil el tratamiento del tiempo en una obra dramática, ya que ésta se desarrolla ante los ojos del espectador y las posibilidades que ofrece una novela, por ejemplo, son prácticamente infinitas en comparación con una obra teatral. Hemos de tener en cuenta que, por un lado, está el tiempo de la representación, es decir, lo que dura la obra teatral (dos o tres horas, habitualmente). En ese tiempo se debe desarrollar una acción determinada, que puede durar lo mismo que la representación, o más, con lo que los personajes deberán hacer referencia al tiempo que transcurre (prolepsis), denominado tiempo aludido. Así, hemos de diferenciar entre tiempo de la representación, tiempo de la acción y tiempo aludido.
Como hemos dicho arriba, las obras se suelen dividir en actos o jornadas. Normalmente, si se produce algún salto temporal, éste estará situado entre dos actos, y serán los personajes los encargados de informar, mediante sus palabras, del tiempo que ha transcurrido con respecto al acto anterior. Aristóteles, en el siglo IV a. C., estableció en su Poética unas sencillas técnicas que ayudaban a evitar los saltos espaciotemporales: se trata de la regla de las tres unidades, según la cual la acción de una obra dramática sólo se podrá desarrollar en un día (unidad de tiempo), en un único espacio (unidad de lugar) y con un solo hilo argumental, sin acciones secundarias (unidad de acción). Lope de Vega rompe con estas reglas tan estrictas y el teatro del Romanticismo (XIX), siguiendo las directrices de Lope en su Arte nuevo de hacer comedias, consagrará la ruptura definitiva con la Poética de Aristóteles.
Diálogo
Las conversaciones que los personajes mantienen entre sí hacen que la acción avance. Estas conversaciones se pueden producir entre dos o más personajes. En algún momento, un personaje, apartándose del resto o desviando su mirada, puede hacer un comentario en voz alta, destinado al público, que no es oído por el resto de personajes. Este recurso se denomina aparte. Mediante los apartes los personajes realizan reflexiones en voz alta, hacen comentarios malintencionados o declaran un pensamiento que puede ser de utilidad para el desarrollo de la acción. La finalidad de los apartes es la de informar al público. Por otra parte, uno de los recursos más característicos del teatro es el monólogo: discurso que un personaje, normalmente solo sobre el escenario, pronuncia para sí mismo a modo de pensamiento o reflexión, aunque en realidad el receptor último es el público. Suele tener un carácter lírico y reflexivo y una extensión considerable. El monólogo más famoso de nuestra literatura es el que pronuncia Segismundo en La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681). Hoy en día el término monólogo se ha puesto de moda gracias a las intervenciones que ciertos humoristas realizan sobre un escenario ante el público. Se trata de un recurso teatral desgajado del contexto de una obra dramática, que demuestra el gran rendimiento que puede ofrecer como reflexión o información a los espectadores. Por último, en el teatro clásico grecolatino solía aparecer un coro que, en ciertos momentos de la representación, era tomado por la voz de la conciencia del personaje, el narrador o una comunidad de personas. Este personaje colectivo solía poner el punto final a cada uno de los episodios en los que estaban divididas las obras dramáticas.
Acotación
Se trata de aclaraciones que el autor de la obra teatral realiza sobre cómo debe ser el decorado, cómo se tienen que mover los personajes, qué gestos deben hacer... Son orientaciones que intentan clarificar la comprensión de la obra, por lo cual, aunque aparezcan ante nuestros ojos cuando leemos una obra dramática (normalmente entre paréntesis o con letra cursiva), no pueden ser pronunciadas durante una representación.
Elementos caracterizadores
Para que el argumento de una obra sea creíble, los directores teatrales suelen recurrir a recursos auxiliares que contribuyan al espectáculo: un vestuario acorde con la época en la que se sitúa la obra, música de fondo o de acompañamiento (con la misma finalidad que la banda sonora de una película), iluminación adecuada a cada momento y una escenografía adaptada a la obra en cuestión, que suele estar al cargo del director de escena. En el teatro medieval estos recursos eran casi inexistentes, con lo que los espectadores debían utilizar más su imaginación para la contemplación de una obra teatral. Durante el Siglo de Oro, con la representación en corrales de comedias, los autores se debían valer de dos o tres puertas al fondo del escenario y un primer piso con ventanas y un balcón. Poco a poco el teatro se fue desarrollando y fue precisamente Calderón de la Barca quien más contribuyó al desarrollo de los efectos más o menos especiales y de la escenografía. Hoy en día la representación depende, en cuanto a su escenografía, del director de escena, que puede concebir un escenario minimalista, es decir, con los mínimos recursos, o bien una representación clásica, esto es, lo más realista posible.
Breve historia del teatro
El lugar de la representación

El teatro clásico griego (siglos VI y V a. C.) tiene como primer marco de representación cualquier lugar cercano al altar de Dionisos, dios del vino y de la fecundidad. Eran las fiestas dionisíacas o bacanales, en las cuales los hombres se cubrían con pieles de macho cabrío y cantaban y bailaban. Los cantos eran dirigidos por el corifeo. Pronto, y ante el éxito que estas manifestaciones literarias y religiosas estaban tomando, se comienzan a construir los primeros edificios destinados exclusivamente al teatro: se trataba de estructuras de piedra semicirculares asentadas sobre la falda de una colina. El lugar de la representación se encontraba en la parte inferior de la construcción. La orkestra estaba destinada a los danzantes y tenía una forma circular interrumpida por la skene, con forma de rectángulo alargado. El escenario, normalmente de madera, se elevaba tres o cuatro metros sobre la orkestra. Para lograr algunos efectos especiales, se utilizaban ganchos, poleas y plataformas.
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En el teatro romano (siglos I a. C – I d. C.) se produce la ampliación del escenario a costa de la orquesta, que pierde importancia, y se mejoran los aspectos técnicos referentes a la visibilidad y a la acústica, aunque la estructura del teatro continúa siendo prácticamente la misma, con la única diferencia de que ya no se aprovechan las laderas de las colinas, sino que los teatros son edificios exentos. Tras la decadencia de Roma sobrevienen varios siglos de inactividad teatral y decadencia.
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Poco a poco, gracias al impulso de la liturgia católica, el teatro reaparece como conmemoración divina en los altares de las iglesias. Se trataba de representaciones muy sencillas, sin ningún tipo de escenografía, en las cuales eran los propios oficiantes, o los monaguillos, los que representaban pasajes de la Biblia relacionados con festividades religiosas (principalmente Navidad y Semana Santa). Tal éxito obtuvieron estas sencillas representaciones que, a partir del siglo XIV, pasaron a las calles, donde seglares realizaban pequeñas representaciones sobre tablados portátiles, la mayor parte de las veces carros de madera. Los artificios técnicos eran casi inexistentes, aunque poco a poco se fueron perfeccionando.
El Renacimiento italiano redescubre a los grandes autores clásicos grecolatinos: Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes, Menandro, Séneca, Plauto, Terencio... además del manuscrito de Vitruvio titulado De architectura, en el que su autor describe con detalle la arquitectura teatral. El arte teatral se vuelve a desarrollar, y en las representaciones se incorporan decoraciones pintadas, además de una pared al fondo del escenario con puertas y ventanas, que servían como tales o como árboles o montañas, según las necesidades de la obra en cuestión. En España aparecen los corrales de comedias, patios de vecinos en los que, de manera más o menos habitual, se realizaban representaciones. De pie o sentados, delante del escenario, se encontraban los hombres pertenecientes al pueblo llano. En las galerías laterales se situaban los espectadores de más categoría social, sentados. Frente al escenario, en el primer piso de la galería, se encontraba la cazuela, ocupada por las mujeres, y en el segundo piso, la tertulia, donde se situaban los religiosos y los hombres de letras.
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Poco a poco se fueron perfeccionando los aspectos escenográficos. En el siglo XVIII el teatro posbarroco se mostraba espectacular en cuando a efectos y decorados, aunque vacío de contenidos. Durante la primera mitad del siglo XX se producen las innovaciones técnicas más importantes, con la incorporación definitiva de los efectos de luces y el perfeccionamiento del sonido.
El espectáculo
Ya en Egipto, en el año 3000 a. C., se representaba el nacimiento del monarca y su coronación, con claras implicaciones simbólico-religiosas. Grecia y su teatro fueron el detonante del gran desarrollo que posteriormente alcanzaría. Nació asociado al culto de Dionisos (Baco en la mitología latina) y tenía una finalidad laudatoria y formativa. Se trataba de una mezcla de danza, canto y recitación protagonizada por pocos personajes sobre la escena, acompañados por un coro. Los actores llevaban máscaras para amplificar la voz y coturnos, una especie de zapatos con grandes suelas para permitir que los espectadores más alejados pudieran asistir con comodidad a la representación.
Géneros
Dentro de este teatro, los tres géneros mayores eran:
La tragedia: protagonizada por personajes de alta categoría social que se ven arrastrados por la fatalidad a graves conflictos entre sí, a través de un lenguaje esmerado y cuidado. La tragedia griega se caracteriza por el horror, la desgracia y la muerte. El protagonista suele ser el héroe, que actúa con el decoro suficiente de acuerdo a las normas establecidas. Suele representar un ideal de comportamiento humano. Contra este héroe se encuentra el antagonista, que puede ser un solo hombre o un conjunto de circunstancias contrarias a la voluntad del protagonista. El conflicto suele desembocar en la catástrofe, en la fatalidad. Las obras están regidas por las tres unidades (acción, lugar y tiempo). Los espectadores, ante la contemplación de una tragedia, se solidarizan y sufren con el protagonista, con lo que llegan a la catarsis (liberación).
El drama satírico o tragicomedia: suele tratar un tema legendario, aunque con efectos cómicos protagonizados, fundamentalmente, por el coro. Los dioses no intervienen en la vida de los hombres y puede haber más de una acción al mismo tiempo. Se encuentra a medio camino entre la tragedia y la comedia: no se evitan las situaciones cómicas, pero tampoco el desenlace trágico.
La comedia: se basa en la ridiculización y denuncia desenfadada de costumbres y problemas cotidianos. Los protagonistas suelen ser personas normales que sufren en escena, aunque siempre desde un punto de vista cómico. Se busca la risa, por lo que el desenlace es feliz, desenfadado y alegre, sin olvidar la ironía.
Subgéneros dramáticos
Auto sacramental
: obras de tema religioso que cuentan con un solo acto en verso. Los personajes son alegóricos (la Muerte, el Pobre, el Rico, la Hermosura, el Mundo...). Este género vive su apogeo durante el siglo XVII, gracias, sobre todo, a Calderón de la Barca. Se solían representar durante el día del Corpus.
Sainete: pieza corta (uno o dos actos) de carácter cómico y costumbrista, que puede estar escrita en verso o prosa. El principal cultivador de sainetes es Ramón de la Cruz.
Paso: obra breve con finalidad cómica concebida para ser representada en los entreactos de las obras mayores. Su creador fue Lope de Rueda (s. XIV).
Entremés: breve pieza teatral que se representaba en los entreactos de las obras mayores. Tiene un carácter cómico y representa un ambiente popular. La acción y los personajes del entremés suelen ser más complejos que en el paso, de mayor simplicidad técnica. Uno de los mejores autores de entremeses es Miguel de Cervantes (1547-1616).
Farsa: obra cómica, breve, y sin otra finalidad que la de hacer reír. Suele tener un marcado carácter satírico y se caracteriza por la exageración de las situaciones.
Melodrama: suele presentar situaciones graves y serias en las que los personajes buenos sufren despiadadamente a manos de los malos. Se caracteriza por el sentimentalismo exagerado.


José Carlos Carrillo Martínez

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