lunes, 11 de junio de 2007

EL ENSAYO

EL ENSAYO, LUGAR DE ENCUENTRO ENTRE LA EXPOSICIÓN Y LA ARGUMENTACIÓN
En el ensayo se manifiestan habitualmente tanto la exposición como la argumentación dado que es un género ligado a la reflexión libre, al discurrir en libertad.
Queda definido el ensayo como vehículo de la comunicación del pensamiento en sus diversas facetas. El propósito estético queda subordinado a fines ideológicos, a pesar de que hoy, por ejemplo en el ensayo periodístico, se cultiva con un alto grado de intención artística.
El ensayo no ha sido, tradicionalmente, considerado como un género de derecho, sin embargo hoy se pretende rectificar esta situación.
María Soledad Arroyo considera como rasgos del ensayo:
• El autor mantiene una posición subjetiva.
• La temática es variada.
• El estilo es "prosa literaria sin estructura prefijada, que admite la exposición y la argumentación lógica, junto a las digresiones, en un escrito breve sin intención de exhaustividad".
• El propósito es comunicativo, reflexivo o didáctico.
Montaigne se considera el introductor del término, en 1580, sin embargo consideraba ensayo como un desarrollo del proceso intelectual, no como género. Para Lázaro la invención del género debe ser atribuida al franciscano Fran Antonio de Guevara, en 1545, con Menosprecio de corte y alabanza de aldea. Parece que el prosista galo se inspiró en Guevara para hacer sus Essais.
En la configuración del ensayo es fundamental la figura del lector, pues constituye el punto de destino. Esto explica las reiteradas alusiones a los lectores que se hacen, como si se intentara abrir un diálogo.
En cuanto a los recursos lingüísticos falta una tendencia definida. Conserva la precisión y claridad y con frecuencia utiliza recursos estéticos propios del lenguaje coloquial.
TIPOLOGÍA DEL ENSAYO
Posee una rica y compleja naturaleza, de ahí la dificultad que entraña elaborar una tipología.
Normalmente se atiende al contenido o al modo en que este se trata.
Temáticamente predominan los temas humanísticos
Pueden clasificarse también según la actitud del autor, y entonces se hablaría de ensayos informáticos, irónicos, cómicos... Un grupo bien definido sería el constituido por los ensayos de crítica.
RASGOS QUE CARACTERIZAN EL ENSAYO
1. Su estructura es libre. La línea de pensamiento no sigue un camino prefijado, si no que discurre libremente. Esta característica está en consonancia con el propósito último del ensayo, ya que éste pretende sobre todo sugerir, y no tanto proporcionar una información exhaustiva sobre un tema. A pesar de que la estructura es libre, es frecuente, sin embargo, la utilización de la estructura deductiva.
2. Se utilizan con frecuencia citas. Encuentra sus raíces en la tradición oral, constituida por el acervo de proverbios, máximas y aforismos. Las citas aparecen con una finalidad diferente a la que se ha señalado para la argumentación, es decir, no se pretende recargar al texto de erudición; al contrario ponen de relieve la conexión con una tradición legitimada.
3. La brevedad. Puesto que su fin no es transmitir todo lo que se sabe sobre un tema el ensayo se supedita a la brevedad, pero la unidad interna temática será la que dicte en última instancia la extensión adecuada.
4. Hay variedad temática. Aunque se tratan preferentemente temas pertenecientes a disciplinas humanísticas. No obstante, existen ensayos que se aproximan más bien al tratado científico.
5. Carácter subjetivo. El enfoque personal condiciona el tono con que se interpreta el mundo, la vida, la naturaleza, los seres humanos. En resumen el ensayo proyecta la personalidad del ensayista, lo que ocasiona la entrada de datos autobiográficos con bastante frecuencia.
EL ENSAYO Y LA NOVELA
Aunque son términos tradicionalmente separados, el ensayo parece transgredir esta frontera y formar parte de la novela. La incrustación del discurso ensayo en la novela corre paralela, por ejemplo, a la desaparición del personaje. Se trata de una trasgresión genérica que posiblemente está marcando un nuevo rumbo a ambos géneros.

MÁS INFORMACIÓN
El ensayo es un género relativamente moderno; pueden rastrearse sus orígenes desde épocas remotas. Sólo en la edad contemporánea ha llegado a alcanzar, una posición central. Es muy probable que en su desarrollo y hegemonía, haya tenido gran influencia el pensamiento liberal y el periodismo.
En la actualidad está definido como género literario, pero en realidad, el ensayo se reduce a una serie de divagaciones, la mayoría de las veces de aspecto crítico, en las cuales el autor expresa sus reflexiones acerca de un tema determinado, o incluso, sin tema alguno.
Lo que deslinda el ensayo de otros géneros literarios es un rasgo propio: lo sugiere la palabra misma, la palabra ensayo proviene del latín tardío: exagium, es decir, el acto de pesar algo. Está, además, relacionado con el "ensaye" prueba o examen de la calidad y bondad de los metales. Ensayar, es pesar, probar, reconocer y examinar. Por lo tanto, el ensayo es un escrito generalmente breve, sobre temas muy diversos. No lo define el objeto sobre el cual se escribe sino la actitud del escritor ante el mismo; en el fondo, podría ser una hipótesis, una idea que se ensaya. El ensayo es un producto de largas meditaciones y reflexiones, lo esencial es su sentido de exploración, su audacia y originalidad, es efecto de la aventura del pensamiento.
Un ensayo es un escrito en prosa, generalmente breve, que expone con hondura, madurez y sensibilidad, una interpretación personal sobre cualquier tema, sea filosófico, científico, histórico, literario, etc.
En la manera con que se expone y enjuicia un tema colinda con el trabajo científico, con la didáctica y la crítica. No sigue un orden riguroso y sistemático de exposición. El punto de vista que asume el autor al tratar el tema adquiere primacía en el ensayo. La nota individual, los sentimientos del autor, gustos o aversiones es lo que lo caracteriza, acercándose a la poesía lírica. Lo que los separa es el lenguaje, más conceptual y expositivo en el ensayo; más intuitivo y lírico en la poesía.
Características del Ensayo
Sus características son:
• estructura libre
• de forma sintética y de extensión relativamente breve
• variedad temática
• estilo cuidadoso y elegante
• tono variado, que corresponde a la manera particular conque el autor ve e interpreta al mundo.
El tono puede ser profundo, poético didáctico, satírico, etc., la amenidad en la exposición, que sobresale sobre el rigor sistemático de ésta.
Se clasifica en: Uno de carácter personal, en el que el escritor habla sobre sí mismo y de sus opiniones sobre hechos dentro de un estilo ligero y natural. Otro, más ambicioso o extenso, de carácter formal o que se aproxima más al trabajo científico, aunque siempre interesa el punto de vista del autor.
El verdadero ensayista debe poseer un perfecto dominio de la materia y buena dosis de cultura general para desarrollar un tema artísticamente a la manera de un motivo musical que se desenvuelve a través de ricas y variadas relaciones tonales. El ensayo es también una especie de divulgación y un juego brillante por el mundo de las ideas.
Tipos de Ensayos
Ensayo literario: El término "ensayo" aplicado a un género literario fue escogido por el escritor francés Miguel de Montaigne (1533-1592) para denominar sus libros: Essais. Algunas de las condiciones que debe satisfacer el ensayo literario es la variedad y libertad temática. El tema literario corresponde más a un problema de forma que de fondo.
Los ensayos de Montaigne establecieron la autonomía del género, parten en muchos casos de citas, de lecturas y de obras literarias, pero hay en ellos muchos otros temas motivados por la observación de las costumbres, el trato humano y la experiencia vital. El ensayo literario se puede definir a partir de las ideas en juego que abarcan diversas disciplinas como la moral, la ciencia, la filosofía, la historia y la política, las cuales crean un misceláneo dinámico y libre. En el ensayo, el autor plasma sus impresiones y reflexiones acerca de la vida; es y debe ser personal, subjetivo: una visión particular del escritor.
El ensayo por definición, es un concepto incitante que invita a transgredir las normas estéticas y morales. Los periodistas argumentan que todos los días se ensaya a manera de nota informativa sobre la realidad. El ensayo es un producto crítico por excelencia.
Por otra parte, los filósofos defienden el ensayo como una forma de expresión real de las manifestaciones filosóficas, llámese tratado, discurso o réplica. Por tanto, el ensayo no puede ser definido en un solo concepto, las diferentes disciplinas lo adecuan a sus necesidades, y se valen de artilugios para defender su género.
Ensayo científico: Una de las fronteras entre ciencia y poesía está en el ensayo. Se le ha llamado género "literario-científico" porque parte del razonamiento científico y de la imaginación artística. La creación científica arraiga, como la poética, en la capacidad imaginativa, ésta no se puede ignorar totalmente; sin embargo no se aparta de la naturaleza o de la lógica. El ensayo comparte con la ciencia uno de sus propósitos esenciales: explorar más a fondo la realidad, aproximarse a la "verdad" de las cosas. Comparte con el arte la originalidad, la intensidad y la belleza expresiva.
En el ensayo no hay en realidad un estilo definido, sino muchos según el carácter del autor. Pero sí existe una condición esencial que todos debemos cumplir: la claridad de expresión, esta transparencia que puede dar al lector una mayor comprensión de la autenticidad del pensamiento plasmado por el ensayista.

LA NARRATIVA

La narrativa o épica, entendida como la atención que el escritor presta a lo que ocurre fuera de él para intentar transmitirlo de la manera más objetiva posible, con más o menos imparcialidad, es uno de los géneros literarios, junto a la lírica, la dramática y el ensayo, que conforman cada uno de los distintos grupos en que pueden ser clasificadas las obras literarias atendiendo a determinadas características comunes.
La épica o narrativa suele presentarse en prosa (salvo casos como los romances o los cantares de gesta, escritos en verso), sobre todo en los últimos tiempos.
Subgéneros narrativos en prosa
Los más importantes son:
1. El cuento: suele ser un relato breve, con pocos personajes, una única trama y una complejidad menor que en la novela. No podemos establecer los límites exactos del cuento. Cuando hablamos de brevedad, nos referimos a que su extensión es menor que la de una novela. Por ello, contamos con un subgénero híbrido entre el cuento y la novela: la novela corta, con una extensión intermedia entre lo breve y lo muy extenso. Tradicionalmente los cuentos se han transmitido de manera oral de generación en generación. Estos cuentos populares solían contar con un final didáctico o moralizante (por ejemplo, El conde Lucanor, de don Juan Manuel, siglo XIV). A partir, fundamentalmente, del siglo XIX, algunos autores comienzan a escribir relatos breves con finalidad artística, aunque sin pretensiones moralizantes. La mayoría de estos cuentos literarios (sin tradición popular) están dirigidos a un público adulto y cuentan con una gran concentración de la acción y los personajes (por ejemplo, los cuentos de Edgar Allan Poe o las Leyendas de Gustavo Adolfo Bécquer).
2. La novela: suele tener una extensión y complejidad mayores que el cuento. Se caracteriza por la libertad: este subgénero no tiene límites y puede contener desde diálogos con clara intención dramática o teatral hasta fragmentos líricos o descriptivos. Los subgéneros novelescos son numerosísimos: novela histórica, de aventuras, rosa, policíaca, de acción, negra, psicológica, de caballerías, de amor, de tesis, social... La única condición es que esté escrita en prosa y que en ella intervengan unos personajes sobre los que se nos diga algo. Actualmente, la novela es el principal de los subgéneros literarios. La mayoría de los lectores sólo leen novelas, lo cual se ve favorecido por un potente mercado editorial que en los últimos tiempos se ha volcado con esta modalidad literaria.
La acción
Por acción entendemos la historia que se va desarrollando ante nuestros ojos a medida que leemos la novela. En una narración se suelen suceder varias acciones a la vez, las primarias y las secundarias, que, entretejidas entre sí, forman el cuerpo de la novela o argumento. Es importante que las acciones sucesivas sean verosímiles o creíbles, es decir, deben desarrollarse dentro de la lógica interna de la novela. Asimismo, el autor debe cuidarse de no caer en contradicciones argumentales para que la acción avance sin problemas. El orden de la acción, desde un punto de vista clásico, suele responder a la siguiente estructura interna:

-Planteamiento:
es la presentación de los personajes y el establecimiento de la acción que se va a desarrollar. Además, se expone el marco temporal y espacial en que se situará la historia.

-Nudo o desarrollo: la situación expuesta en el planteamiento comienza a evolucionar, es decir, se desarrolla el conflicto en el que se verán inmersos los personajes. En la novela suele haber un conflicto principal y otros secundarios que dependen, en mayor o menor medida, de aquél.

-Desenlace: es la resolución del conflicto y el final de los sucesos que se han planteado. Puede ser positivo y alegre, neutro, o negativo y desgraciado.
De todos modos, y sobre todo desde la renovación de la novela a partir de mediados del siglo XX, es habitual que esta estructura se vea truncada:

-In medias res o principio abrupto: consiste en iniciar la acción cuanto esta se encuentra en pleno desarrollo, sin haber presentado previamente a los personajes.

-Estructura inversa: el autor adelanta el desenlace de la novela en las primeras páginas de la misma, y posteriormente se dedica a contar cómo los acontecimientos evolucionan hasta llegar a ese final.

-Final abierto: la historia no termina de resolverse, ni positiva ni negativamente, de manera que el lector percibe la sensación de que la acción se extiende más allá de los límites de la novela.

El tiempo
El desarrollo argumental de una narración suele evolucionar a través del tiempo. Este tiempo de la novela no tiene por qué presentarse de manera lineal u ordenada, sino que puede ser alterado libremente por el autor con finalidad estilística, argumental o estructural. Esta técnica consistente en alterar el orden lógico de la narración se denomina temporalización anacrónica, y cuenta con dos recursos:

-Analepsis o retrospección (flash-back): es un salto hacia atrás en el tiempo de la historia.

-Prolepsis o anticipación (flash-forward): el autor adelanta acciones que aún no se han producido en el relato primario de la novela, es decir, se trata de un salto hacia delante.
En relación con el tiempo en la novela no podemos olvidar el concepto duración. Un acontecimiento puede durar lo mismo en una narración que en la vida real, pero también puede ser resumido de manera que, por ejemplo, varios años transcurran en pocas páginas, o dilatado en el tiempo, y así un hecho mínimo puede ser descrito y analizado con detenimiento abarcando un gran número de páginas.

El espacio
La situación física en que se encuentran los personajes es uno de los recursos principales que los autores utilizan para contextualizar las historias narrativas. Una novela se puede desarrollar en un lugar o en varios, en espacios interiores o exteriores, rurales o urbanos, con los siguientes fines:

-dar credibilidad a la historia,

-contextualizar a los personajes,

-producir efectos ambientales y simbólicos.
Los novelistas se suelen valer de la técnica de la descripción para presentar los espacios. Durante el movimiento literario realista del siglo XIX la descripción y el análisis de los espacios alcanzaron prácticamente la misma importancia que la historia narrada. En la literatura actual se muestra el espacio a través de los ojos de los personajes o del narrador.

Los personajes
Los personajes son las personas, reales o ficticias, que desarrollan la acción narrada por el novelista. Los personajes principales o centrales son denominados protagonistas, mientras que los demás son secundarios. Es fundamental que el narrador ofrezca al lector una caracterización de los personajes, que puede ser:

-Física: se describe el aspecto y el modo de vestir.

-Psicológica: cómo piensan, qué opinan ante la realidad circundante, cómo se comportan.

-Mixta: es una mezcla de las dos anteriores. Esta técnica se denomina retrato.
En una novela hay varios tipos de personajes:

-Agente de la acción: lleva el peso del desarrollo argumental y es el centro de atención de la historia narrada.

-Elemento decorativo: no aporta nada fundamental a la acción, sino que su función se limita a dar credibilidad a las acciones que le suceden al protagonista. Suelen formar parte de las escenas de grupo.

-Portavoz de la ideología del autor: a través de un personaje, que puede ser protagonista o secundario, el narrador se introduce intelectualmente en la acción y aporta su punto de vista personal al desarrollo argumental.

Los personajes de una novela se pueden presentar ante el lector de distintos modos:

-Por sí mismos. Este recurso suele aparecer en las novelas autobiográficas.

-A través de otro personaje.

-A través del narrador.

-De forma mixta, combinando las tres formas anteriores.

El narrador
Por narrador se entiende la voz que cuenta lo que sucede en la novela. El autor puede narrar los hechos directamente, o bien elegir a un personaje que, con más o menos protagonismo, vaya contando desde dentro la historia. Además, en una misma narración puede haber distintos tipos de narradores, es decir, voces diversas que aportan puntos de vista distintos. Veamos más detenidamente cada uno de los tipos de narrador que hemos mencionado:

-Narrador omnisciente: suele corresponderse con la voz del autor, que nos cuenta todo lo que los personajes hacen, dicen o piensan. El narrador omnisciente no justifica por qué conoce todos los datos que aporta, y el lector acepta esa voz que todo lo sabe como la voz del autor.

-Narrador personaje: en ocasiones, la historia es narrada por uno de sus personajes, aunque hemos de diferenciar entre el narrador-protagonista y el narrador-secundario. En el primer caso, la narración suele ser autobiográfica, ya que el narrador-protagonista se sitúa como centro de la acción y relata los hechos desde su propio punto de vista. En el segundo caso, el narrador-secundario es espectador de la acción, y la presenta según su mayor o menor proximidad a los protagonistas. Estos narradores-personajes no suelen ser omniscientes, sino que sólo cuentan aquello que conocen por experiencia propia o por conocimiento ajeno.
A partir de la renovación de la novela a mediados del siglo XX, cada vez son más frecuentes las novelas en las que intervienen distintas visiones de los personajes que están involucrados en la acción, en lo que puede denominarse narración colectiva. Un mismo hacho es narrado por varios personajes distintos, con lo que el lector obtiene una visión completa y diversa de la historia, enriquecida por puntos de vista diferentes.
En ocasiones, el autor de una novela no dirige su historia directamente al lector, sino a un personaje de ficción. Este personaje recibe el nombre de narratario.

José Carlos Carrillo Martínez

jueves, 10 de mayo de 2007

Consideraciones sobre las perífrasis verbales, después de haber entendido la definición y la estructura

Qué son y qué no son perífrasis

A veces resulta difícil distinguir una perífrasis verbal de la unión de dos verbos que pertenecen a oraciones diferentes. Habida cuenta de la gran variedad de las perífrasis, no es fácil dar unas reglas válidas para todas las situaciones. No obstante, si hay perífrasis:
El auxiliar debe estar gramaticalizado: su significado se ha esfumado total o parcialmente. En tengo que ir, el verbo tener no implica ninguna posesión;
El segundo verbo en ningún caso puede ser complemento del primero: en debo venir, (perífrasis) venir no es el CD de debo, ambos funcionan exactamente igual que he venido o soy amado; sin embargo, en deseo comer (oración compuesta), comer es el CD del otro verbo: lo deseo. En este segundo caso, tenemos una oración subordinada en función de CD.
NOTA: En origen, la formación de los tiempos de perfecto con haber y de pasiva con ser eran también perífrasis. Hoy en día ya no las consideramos como tales, sino como parte de la conjugación normal del verbo a pesar de que su forma es la propia de una perífrasis.


¿Para qué sirven las perífrasis?

Sirven para marcar algunas características de la acción del verbo que no pueden ser expresadas por las formas simples o compuestas del verbo. Hay básicamente dos tipos: las modales y las aspectuales.
Las perífrasis aspectuales indican el modo en que es vista la acción por el hablante; a esto lo llamamos aspecto. Aspecto imperfectivo es el que el que muestra la acción sin ningún tipo de límites: no le preocupa al hablante indicar si la acción ha comenzado en algún momento, si va a terminar en algún otro... lo único que le importa es ver la acción en su propia duración, como vista desde dentro; por el contrario, el aspecto perfectivo marca claramente algún límite en el que la acción ha cambiado: muestra que la acción ha comenzado en un momento, que está a punto de comenzar, que sucede en un momento único, que está para acabar, etc.
Las perífrasis modales, por su parte, sirven para expresar la actitud del hablante ante la acción. Indican que el hablante interpreta la acción bien como una obligación que él siente, bien como una posibilidad, una duda, una probabilidad o una aproximación a la realidad. Hay pues, dos tipos de perífrasis modales: las potenciales y las de obligación.



Perífrasis modales:

De obligación:
De posibilidad, duda o aproximación:


1. Posibilidad:

deber + infinitivo: debes llegar antes.
tener que + infinitivo: tienes que llegar antes
haber que + infinitivo: hay que llegar antes (aquí, haber es impersonal)
haber de + infinitivo: has de llegar antes
Puede que + subjuntivo: puede que llegue pronto
Poder + infinitivo: Ella puede llegar pronto

2. Duda y Aproximación:

deber de + infinitivo: deben de ser las diez
venir a + infinitivo: esto viene a costar unas cien mil pesetas




Perífrasis aspectuales

Aspecto imperfectivo:
Aspecto perfectivo:

1. Durativo:
1. Ingresivo:

estar + gerundio: estábamos leyendo el periódico
andar + gerundio: anda diciendo que le has pegado
seguir / continuar + gerundio: y ella sigue leyendo el periódico
llevar + gerundio: llevo leyendo el periódico dos horas
ir + gerundio: vamos ganando dos a cero
Estar a punto de + infinitivo: la película está a punto de empezar
ir a + infinitivo: va a caer una buena tormenta
estar para + infinitivo: está para llover

2. Incoativo:

echarse a + infinitivo: se echó a llorar
romper a + infinitivo: rompió a llorar
ponerse a + infinitivo: se puso a llorar
empezar / comenzar a + infinitivo: empezó a llorar



3. Resultativo:

estar + participio: está hecho desde ayer
llevar + participio: lleva hecho desde ayer

4. Reiterativo:

tener + participio: te tengo dicho que lo dejes aquí
volver a + participio: te vuelvo a decir que lo dejes aquí
dejar + participio: he dejado dicho que te lo envíen

5. Terminativo:

dejar de + infinitivo: dejé de fumar hace dos meses
acabar de + infinitivo: acabo de entregárselo a Juan



martes, 1 de mayo de 2007

EL TEATRO ESPAÑOL DEL SIGLO XX (HASTA 1939)

A principios del siglo XX seguían triunfando las tendencias teatrales de finales del XIX. El teatro neorromántico de Echegaray y el teatro realista de Galdós tenían un gran apoyo popular y triunfaban por encima de las tendencias renovadoras de otros autores. El denominado teatro comercial contaba con la burguesía como público fiel y su finalidad era distraer sin más, es decir, los autores de este tipo de teatro no planteaban grandes conflictos morales en sus obras, sino argumentos más o menos amables dirigidos a la elegante clase media de principios de siglo. El público mostraba preferencia por el costumbrismo, representado por la alta comedia o por el sainete (madrileño o andaluz). Además, en esta época se desarrolla un teatro poético de tendencias evasivas cuyo argumento estaba completamente alejado de los problemas contemporáneos.
Frente a las tendencias mayoritarias en lo que concierne al gusto de los espectadores, surgió un tipo de teatro renovador y, por consiguiente, minoritario. Su objetivo era evitar la vulgaridad del teatro comercial. Autores como Azorín, Unamuno o Valle-Inclán se esforzaron por cambiar el panorama teatral español a través de argumentos simbólicos o conceptuales, cargados de elementos metafóricos. La influencia que estas nuevas tendencias ejercieron sobre el teatro fue casi inapreciable, ya que el público seguía prefiriendo el teatro de masas. Además de esto, los empresarios teatrales buscaban la rentabilidad económica inmediata gracias a las obras que seleccionaban, y es evidente que el teatro renovador de principios del siglo XX no atraía mucho público a las salas. Los espectadores estaban acostumbrados a los dramas de Echegaray y adolecían de la formación necesaria para entender las nuevas perspectivas teatrales.
El teatro neorromántico de Echegaray
José Echegaray y Eizaguirre (1832-1916) representa el Romanticismo teatral tardío. Alcanzó un gran éxito durante su vida y el público adoraba la espectacularidad de sus temas y el patetismo de sus argumentos. Tanto fue así que le fue concedido el premio Nobel de Literatura en 1904. Un año más tarde, en 1905, la prensa organizó un homenaje a Echegaray, a raíz de lo cual un grupo de autores, entre los que se encontraban Unamuno, Rubén Darío, Azorín, Baroja, Valle-Inclán, los hermanos Machado, Maeztu y Jacinto Grau, presentó un manifiesto de protesta. Entre las obras de Echegaray, destaca fundamentalmente El gran galeoto (1881; 1908). Hoy en día la obra de este autor merece poca atención. Si por algo es recordado, es por haber sido el primer autor español galardonado con el premio Nobel de Literatura.
El teatro realista
El éxito y la calidad de la novela realista del XIX fueron arrolladores, aunque no tuvo su reflejo en el teatro. Autores como Galdós o Dicenta se esforzaron por desarrollar un teatro preocupado y comprometido por los problemas contemporáneos y, en gran parte, lo consiguieron, pero no alcanzó en ningún caso la categoría de la novela realista. Esta tendencia teatral penetró en el siglo XX con fuerza y contó con el apoyo del público.
Joaquín Dicenta (1863-1917),
Preocupado por los enfrentamientos de clase de las últimas décadas del XIX, publica en 1895 su gran obra, Juan José. Frente a los elegantes decorados burgueses del teatro comercial, Dicenta sitúa su obra en una taberna frecuentada por albañiles. Además, plantea una disputa de celos y honor entreverada con la denuncia de la situación del proletariado de la época. La obra de Dicenta es el primer ejemplo de teatro social o comprometido de nuestra literatura, que se prolonga en sus siguientes obras: Daniel (1906), Lorenza (1907) y El crimen de ayer (1907).
Benito Pérez Galdós (1943-1920)
No alcanzó con su teatro la calidad de su novela, aunque desarrolló un teatro apreciable que continuaba las tendencias realistas del último tercio del XIX. Dedicó al teatro las tres últimas décadas de su vida, ya que, como él mismo afirmó, “el arte escénico propiamente dicho ha venido a encerrarse, en nuestra época (por extravíos o cansancios del público, y aún por razones sociales y económicas, que darían materia para un largo estudio) dentro de un módulo tan estrecho y pobre, que las obras capitales de los grandes dramáticos nos parecen novelas habladas”. Galdós estrenó veintiuna obras durante su vida. Comienza su producción con tres obras que desarrollan los mismos argumentos que algunas de sus novelas: Realidad (1892), La loca de la casa (1893) y Gerona (1893). El 30 de enero de 1901 estrena una de sus obras principales, Electra, en la que la protagonista se debate entre el amor de Máximo y el fanatismo de Pantoja, que quiere recluirla en un convento. La lucha entre lo liberal y lo conservador se encuentra frecuentemente en la obra de Galdós. El abuelo (1904) es la mejor de sus transposiciones de una novela a una obra teatral. En 1914 estrena su tragicomedia Alceste y en 1915 Sor Simona, un drama sobre una religiosa. Póstumamente, en 1921, se estrenó Antón Caballero, comedia rehecha por los hermanos Álvarez Quintero. Galdós crea un nuevo teatro a través de la renovación de la estructura dramática, lo cual supone una novedad frente al teatro de masas de principios del siglo XX.
El teatro modernista
Frente al teatro realista de Dicenta o Galdós, se desarrolla un tipo de teatro con tendencias evasivas que huye de la realidad. Las características de los autores que forman este grupo no son homogéneas, aunque en todos hallamos la misma finalidad: el intento de renovación del teatro, así como su dignificación y elevación intelectual.
Miguel de Unamuno (1864-1936)
Líder de la Generación del 98, intenta crear un teatro intelectual basado en el desarrollo de ideas abstractas a través del diálogo, en el cual la acción es prácticamente inexistente. En realidad, algunas de sus obras teatrales no son más que versiones dialogadas de sus novelas y ensayos. Los decorados son sencillos, casi simplistas, y la acción se esquematiza a través de un lenguaje directo y claro. Además, en sus obras aparecen muy pocos personajes. Entre los títulos de Unamuno, cabe recordar Fedra (escrita en 1910, estrenada en 1918), El otro (escrita en 1926, estrenada en 1932), El hermano Juan (1929) y Medea (1933).
José Martínez Ruiz, Azorín (1873-1967)
En el mismo sentido que Unamuno, Azorín emprende su renovación teatral a través de la experimentación e innovación en cuanto a la forma, aunque ideológicamente se mantiene en posturas conservadoras. Azorín rompe con la realidad y apuesta decididamente por el surrealismo. Entre sus obras destacan Old Spain (1926), Brandy, mucho brandy (1927), la trilogía Lo invisible (1928) –formada por La arañita en el espejo, El segador y Doctor Death de tres a cinco– y su obra maestra Angelita (1930). Los temas principales de Azorín son el paso del tiempo, la muerte y la felicidad. Tanto Azorín como Unamuno obtuvieron un éxito bastante discreto con su teatro, posiblemente porque no fueron bien entendidos.
Ramón del Valle-Inclán (1866-1936)
Entre los autores encuadrados en el 98, además de los ya vistos, destaca especialmente el teatro de uno de los mejores dramaturgos –si no el mejor– de la literatura española del siglo XX: Valle-Inclán. La originalidad del teatro de Valle no tiene parangón en nuestra literatura y sus intentos de renovación dan como fruto el descubrimiento de nuevos caminos expresivos. El expresionismo de sus argumentos lo lleva al desarrollo del esperpento, profusamente representado por algunas de sus mejores obras. No es fácil la clasificación del teatro de Valle a causa de su variedad y complejidad. El crítico Ángel Berenguel (1980, 239), a partir de la clasificación realizada por Emilio González López (1967, 154-155), nos presenta los siguientes cinco grupos de la producción de Valle:
1. Farsa expresionista: Farsa y licencia de la reina castiza (1920).
2. Tragicomedia: Divinas palabras (1920).
3. Melodramas (Marionetas, para Valle-Inclán): La rosa de papel (1924) y La cabeza de Bautista (1924).
4. Autos para siluetas: Ligazón (1926) y Sacrilegio (1927).
5. Esperpentos: Luces de bohemia (1920), Los cuernos de don Friolera (1921), Las galas del difunto (1926), La hija del capitán (1927).
El primer grupo de farsas supone la aparición de lo grotesco en la obra de Valle, que olvida todo lo bello del mundo para introducirse en un ambiente degradado y viciado. Esta tendencia se agudiza con la tragicomedia Divinas palabras. El protagonista es Laureaniño el idiota, un enano hidrocéfalo explotado hasta la muerte por su madre y tíos. En esta obra lo feo, deforme y desagradable toma carta de naturaleza en la producción de Valle. La trilogía Comedias bárbaras (formada por Cara de plata, Romance de lobos y Águila de blasón) es equiparable al ambiente rural gallego que aparece en Divinas palabras. El tercer grupo está formado por los melodramas, dirigidos a la representación por medio de marionetas. El lenguaje es muy crudo y los argumentos se basan en sentimientos como la codicia, la lujuria y los celos. Los autos para siluetas son el paso previo a la gran creación de Valle: el esperpento. El propio autor nos da varias definiciones de esta técnica literaria: "El esperpento lo ha inventado Goya. Los héroes clásicos han ido a pasearse en el callejón del Gato. Los héroes clásicos reflejados en los espejos cóncavos dan el esperpento... Las imágenes más bellas en un espejo cóncavo son absurdas.(Luces de bohemia, escena XII.)
"Las risas y las lágrimas nacen de la contemplación de las cosas parejas a nosotros mismos... Mi estética es la superación del dolor y la risa".(Los cuernos de don Friolera, prólogo.)
"Comenzaré por decirle a usted que creo que hay tres modos de ver el mundo artística o estéticamente: de rodillas, en pie o levantado en el aire... [Esta última] es mirar el mundo desde un plano superior y considerar a los personajes de la trama como seres inferiores al autor, con un punto de vista de ironía. Los dioses se convierten en personajes de sainete. Ésta es una manera muy española, manera de demiurgo, que no se cree en modo alguno hecho del mismo barro que sus muñecos. Quevedo tiene esa manera. Cervantes también... También es la manera de Goya. Y esta consideración es la que me ha movido a dar un cambio en mi literatura y a escribir los esperpentos, el género literario que yo bautizo con el nombre de esperpento". (ABC, 7 de diciembre de 1928)
Por tanto, la técnica del esperpento consiste en deformar intencionadamente la realidad para mostrar de una manera más clara los aspectos más rechazables. El lenguaje se convierte en una mezcla de registros vulgares y de audaces metáforas. Luces de bohemia, dividida en quince escenas, supone la consolidación del esperpento. Narra la historia de Max Estrella, un poeta ciego que deambula durante veinticuatro horas por un Madrid injusto y mísero, cruel y violento. Acaba con la muerte del protagonista. Antes de morir, Max hace un recorrido a través de la vulgaridad y del dolor de las personas que le rodean, en un mundo antisocial caracterizado por la muerte.
Jacinto Grau (1877-1958)
Muy distinto al teatro de Valle es el que desarrolla Jacinto Grau. Triunfa en 1921 con su mejor obra, El señor de Pigmalión, denominada por el autor como farsa tragicómica. Obtuvo más éxito en el extranjero que en España. El teatro poético de Grau es de gran calidad.
Francisco Villaespesa (1877-1936)
En la misma línea encontramos a Villaespesa, cuyo teatro folklórico y lírico triunfa fundamentalmente con El alcázar de las perlas (1911), obra estrenada por la actriz María Guerrero. Otras obras de Villaespesa son el drama histórico Doña María de Padilla (1913) y Bolívar (1920).
Si Grau y Villaespesa suponen el inicio del teatro poético del siglo XX, los autores que llevaron más lejos esta tendencia teatral fueron los siguientes:
Eduardo Marquina (1879-1946),
Es autor de Las hijas del Cid (1908), obra en la que se basa en el gran héroe castellano. Los temas del teatro poético de Marquina suelen ser históricos y heroicos, como en Doña María la Brava (1909), En Flandes se ha puesto el sol (1910) y El Gran Capitán (1916).
Pedro Muñoz Seca (1891-1936)
Muñoz Seca es recordado fundamentalmente por su obra La venganza de don Mendo, estrenada el 20 de diciembre de 1918 en el teatro de la Comedia de Madrid. En esta obra la temática histórico-poética está repleta de elementos cómicos y humorísticos. Se trata de un teatro a caballo entre la evasión histórica del teatro poético modernista y el teatro cómico y costumbrista de, por ejemplo, los hermanos Álvarez Quintero.
José María Pemán (1898-1981)
Pemán aúna obra e ideología, es decir, utiliza su propia obra como elemento propagandístico de su ideología reaccionaria y antidemocrática. En El divino impaciente (1933) augura un futuro poco prometedor a la República, tema que continúa en Cuando las Cortes de Cádiz (1934) y Cisneros (1934).
El teatro poético poco a poco va desapareciendo a causa del cansancio que sentía el público ante tal cantidad de obras en verso, lo cual dificultaba su comprensión. Además, la tendencia evasiva de este tipo de obras se ve superada por la realidad del final del primer tercio del siglo XX y los terribles acontecimientos que se avecinaban.
El teatro de masas
Junto a las tendencias teatrales anteriores, en la primera mitad del siglo XX se desarrolla un tipo de teatro que atrae al público en masa a las salas de representación. Este tipo de teatro está dirigido principalmente a las clases sociales acomodadas, es decir, la alta burguesía, y se convierte en la principal actividad de ocio de este período.
Jacinto Benavente (1866-1954)
El autor que mejor representa esta tendencia es, sin duda alguna, Jacinto Benavente. Desde que en 1894 publica El nido ajeno, va ganándose a un tipo de público fiel a sus argumentos conservadores abiertos a la renovación. El sello de Benavente se convierte en inconfundible y su teatro es apreciado y valorado por encima de cualquier otro a causa de su finura y su habilidad técnica. Suele introducir una cierta crítica o ironía con el fin de denunciar, de una manera muy cordial, los vicios o aspectos negativos de su sociedad. Precisamente esa crítica se dirige a las clases sociales que lo siguen: la aristocracia y la alta burguesía, aunque el tono suele ser superficial y raramente moralizador. Con esto, Benavente consigue ser el principal dramaturgo de su época a la vez que critica al público que le sigue, aunque sin ofenderlo. La producción de Benavente es muy amplia –comprende 162 obras–, por lo que es necesario destacar sólo aquellas más destacadas: con La noche del sábado (1903) extiende su crítica a toda la aristocracia europea para concluir que la hipocresía de las clases privilegiadas no es algo propio sólo de España. En 1907 publica su obra más conocida, Los intereses creados. El argumento no está situado ni temporal ni espacialmente y recuerda al teatro clásico español. Dentro de una ambientación rural se sitúan dos de las obras principales de Benavente: Señora ama (1908) y La malquerida (1913), en las que continúa con la crítica social enmarcada, en este caso, en un pueblo. Por último, destacaremos La ciudad alegre y confiada (1916), continuación de Los intereses creados, aunque más agresiva y polémica. La actitud conservadora que se trasluce en todas las obras de Benavente se aclara con ocasión de la Primera Guerra Mundial, ya que nuestro autor se une al bando germanófilo, con lo que se aparta de la ideología de los intelectuales más importantes de su época. Posteriormente, tras la Guerra Civil Española, Benavente se declara partidario de las tropas del general Franco, como demuestra su oportunista visión de la guerra en Aves y pájaros (1940). El teatro de Benavente ha sido tildado de acomodaticio, puesto que ofrece al público lo que éste solicita, además de que se aparta de la realidad social española de su momento para convertirse en trivial y algo frío.
Los hermanos Machado
Escribieron siete obras en colaboración entre 1926 y 1932. De ellas, cinco en verso: Desdichas de la fortuna (1926), Juan de Mañara (1927), Las adelfas (1929), La Lola se va a los puertos (1929) y La prima Fernanda (1931); una en prosa y verso: La duquesa de Benamejí (1932); y una en prosa: El hombre que murió en la guerra (estrenada en 1941). Se trata de un teatro popular muy del gusto de la época, aunque hoy en día ha perdido gran parte de su valor y podemos afirmar que no contribuyó a la renovación del teatro español ni al prestigio de sus autores. La acción es escasa, y frecuentemente se ve sustituida por la narración que hacen los personajes de lo que ocurre.
Alejandro Casona (1903-1965)
Pone en escena un teatro más renovador que los autores anteriores. Aun sin arriesgar demasiado, la técnica teatral de Casona, más audaz y menos simplista que la de otros autores, se vio respaldada por el éxito que obtuvo. En 1933 gana el premio Lope de Vega con La sirena varada (estrenada en 1934), una de sus obras más destacadas. Otra vez el diablo (1935) fue un éxito rotundo y consagró a su autor en la escena española. En 1936, con Nuestra Natacha, denuncia los abusos que se producían en los reformatorios de la época. La Guerra Civil comienza ese mismo año y Casona, republicano, se ve obligado a exiliarse a Argentina, donde sigue escribiendo con gran éxito: Prohibido suicidarse en primavera (1937), La dama de alba (1944), La barca sin pescador (1945) y Los árboles mueren de pie (1949).
Enrique Jardiel Poncela (1901-1952)
Contribuye a elevar la calidad del teatro cómico desde finales de los años veinte. Títulos como Una noche de primavera sin sueño (1927), Margarita, Armando y su padre (1932), Usted tiene ojos de mujer fatal (1932) y Cuatro corazones con freno y marcha atrás (1936) lo convierten posiblemente en el principal autor teatral de la época, junto a Benavente, de manera que consigue representar de manera regular y atraer a las salas teatrales a todo tipo de público. Su teatro gira en torno a la comedia burguesa poética, con elementos costumbristas y experimentales. Persigue la diversión y, en sus obras, todo está dirigido a esta finalidad. La comedia más recordada de Jardiel es Eloísa está debajo de un almendro (1940), donde el autor combina el diálogo realista con la acción disparatada. Jardiel Poncela hace largas acotaciones para describir los escenarios de cada acción, lo cual demuestra el interés técnico del autor.
Jardiel Poncela continúa triunfando en los escenarios tras la Guerra Civil.
En esta primera mitad del siglo XX se desarrolla un nuevo género teatral heredero de las tramas musicales de la zarzuela o género chico: el sainete, originalmente en un solo acto de carácter jocoso. Poco a poco, en el último tercio del siglo XIX, las obras de zarzuela fueron perdiendo la parte musical y, en ellas, la acción de los personajes fue ganando importancia. Autores como los hermanos Álvarez Quintero o Carlos Arniches contribuyeron a esta modificación y al éxito de un teatro cómico, popular y desenfadado.
Serafín (1871-1938) y Joaquín Álvarez Quintero (1873-1944)
Los hermanos Álvarez Quintero, sevillanos, son los principales representantes del costumbrismo teatral andaluz. Sus obras están llenas de tópicos: el andaluz es alegre y gracioso, no tiene problemas y va superando mejor que peor los problemas que se le ponen por delante. Los ambientes suelen ser amables, desenfadados, y los argumentos sencillos y basados principalmente en el enredo. El teatro de los hermanos Álvarez Quintero ha recibido numerosas críticas por olvidarse de la trágica realidad andaluza de los primeros años del siglo XX: atraso cultural y económico, pobreza, marginación... y por presentar una sociedad andaluza idealizada, perfecta. Otro factor polémico es el lenguaje de los personajes. Éstos aúnan todos los rasgos típicos de las diferentes hablas andaluzas y es difícil reconocer a qué variedad concreta pertenece su habla. Este hecho ha contribuido a la mofa que, aún hoy, se produce cuando un andaluz habla en público, puesto que los espectadores que asistían a las representaciones de las obras de los Álvarez Quintero encontraban muy cómica la manera de hablar de los personajes, lo cual era una de las finalidades de los propios autores. De las más de 200 obras que escribieron, citaremos sólo las más destacadas: El patio (1901), Las flores (1901), Amores y amoríos (1912), Malvaloca (1912).
Carlos Arniches (1866-1943)
Comienza escribiendo libretos para zarzuelas y sainetes musicales, como El Santo de la Isidra (1898), aunque poco a poco deriva hacia la creación de sainetes cómicos costumbristas al estilo de los hermanos Álvarez Quintero. Alicantino de nacimiento, se centra en el Madrid de principios de siglo y en sus tipos: el albañil, el sereno, el chulo, la moza o la vecina criticona. Además de imitar en sus obras el habla típica madrileña, crea expresiones que, más tarde, han pasado al pueblo. Aparte de los sainetes, Arniches cultiva la tragedia grotesca, fusión de lo dramático y lo caricaturesco. Estas obras siguen siendo cómicas, aunque ahora con un trasfondo serio o grave. Entre los sainetes destacan El amigo Melquíades y La cara de Dios. La principal de sus tragicomedias grotescas y una de sus obras más importantes es La señorita de Trevélez (1916), además de Es mi hombre (1921). Por último, Arniches también cultiva el costumbrismo levantino en Doloretes (1901) y el andaluz en Gazpacho andaluz (1902).
El teatro de los autores del 27
La poesía es el género más cultivado por los autores de la llamada Generación del 27, aunque no el único. Algunos de ellos se dedican también al teatro.
Federico García Lorca (1898-1936)
Lorca es, sin duda, el mejor representante de la tendencia teatral de esta Generación, además de uno de los principales autores teatrales de la historia de nuestra literatura. De hecho, si hubiera que destacar a un autor de la primera mitad del siglo XX, éste sería Lorca. Sus obras se siguen representando hoy en día con el mismo éxito que en los años treinta y los estudios sobre las obras teatrales lorquianas proliferan por todo el mundo. En sus obras, Lorca presta una especial atención al mundo femenino, así como a la frustración amorosa o el amor imposible. Las primeras obras de nuestro autor están escritas bajo la influencia de autores modernistas como Villaespesa o Marquina, de los cuales toma los siguientes elementos:
Distribuye el argumento en estampas, es decir, escenas consecutivas que muestran la evolución de los personajes.
Lorca detiene el desarrollo argumental para introducir elementos líricos y pequeños poemas.
El carácter popular de su obra se basa en la ambientación rural que comparten la mayoría de sus piezas teatrales.
La influencia del teatro clásico español es evidente en su obra. De él toma la fusión de la música, la representación, la danza, el arte, etc. Los autores que más influencia ejercen sobre Lorca son Tirso de Molina, Calderón de la Barca y Lope de Vega. Federico García Lorca funda la compañía teatral “La Barraca” en 1931. Formada por estudiantes universitarios, se propone dar a conocer el teatro clásico español en ciudades y pueblos que, habitualmente, no tienen acceso a este tipo de espectáculo. El propio Lorca actúa en algunas de las obras que representan. Esta actividad le hace asimilar e interiorizar las técnicas teatrales de los grandes autores clásicos.
Comienza su obra teatral con El maleficio de la mariposa (1920), obra que supuso un gran fracaso: una mariposa cae en un nido de cucarachas, donde un cucaracho se enamora de ella. Cuando se repone, la mariposa huye y el cucaracho queda triste y solo.
Lorca escribe varias farsas dirigidas a la representación con marionetas o guiñoles: Los títeres de Cachiporra (Tragicomedia de Don Cristóbal y la Señá Rosita) (escrita en 1923, estrenada en 1937) supone la unión del teatro popular y del teatro poético. Retablillo de Don Cristóbal (1931) se estrenó en 1934 en Buenos Aires, ciudad en la que Lorca gozaba de gran fama, fundamentalmente por su teatro. En 1929 escribió El amor de Don Perlimplín con Belisa en su jardín, obra en la que narra el amor imposible entre un viejo y una joven. El mismo tema constituye el argumento de la mejor de las farsas de Lorca: La zapatera prodigiosa (1930).
Por otra parte, Lorca escribió dos obras denominadas difíciles, a causa de la técnica surrealista que el autor utiliza en su desarrollo estructural y argumental: Así que pasen cinco años (1931) y El público (1933). El autor huye de la realidad a través del subconsciente.
Dos obras teatrales han sido calificadas como piezas granadinas, ya que se desarrollan en la tierra natal del autor. Mariana Pineda (1923, estrenada en 1927) representa el drama de la heroína granadina que murió ajusticiada un siglo antes por bordar una bandera liberal. Esta obra tiene elementos propios del Modernismo e, incluso, del teatro romántico del XIX. Doña Rosita la soltera (1935) es la tragedia de la frustración por el paso del tiempo. Doña Rosita se consume esperando el amor, que nunca llega. La obra se estructura en torno a momentos distintos, enmarcados en cada uno de los tres actos: el decorado cambia, las circunstancias históricas también, pero Doña Rosita continúa inalterablemente llevando la misma vida.
Las grandes obras de Lorca son sus tres tragedias rurales, centradas en el mundo femenino. Como dijimos más arriba, la frustración es el hilo conductor de cada una de ellas. Se centran en un mundo rural apegado a las supersticiones, las costumbres ancestrales, las faenas de la tierra y la preocupación por el qué dirán. Bodas de sangre (1933) narra el amor imposible por causas sociales. Yerma (1934) se centra en la frustración por la maternidad insatisfecha de la protagonista. En 1936, muy poco antes de morir asesinado, Lorca publica su gran obra maestra: La casa de Bernarda Alba. Inspirada en un suceso real (al igual que Bodas de sangre), retoma el conflicto entre la autoridad –representada por la madre: Bernarda Alba– y el ansia de libertad –representada por sus cinco hijas–. Toda la obra se desarrolla en un espacio cerrado y único: la casa familiar, que, simbólicamente, es la cárcel en la que viven las hijas de Bernarda. El código moral impuesto por la madre es la ley por la que se rige toda la familia. Ese código se basa en lo que está bien y en lo que está mal, por encima de la piedad o el amor. El conflicto se desencadena por el amor a Pepe el Romano, un personaje que no aparece físicamente en ningún momento en escena, aunque está presente durante todo el tiempo a causa de las continuas alusiones que hacen las hijas a él: se trata de una obra de mujeres, en la que el elemento masculino siempre está in absentia. Ante esta situación de insatisfacción, Adela, la hija menor, no encuentra otra solución que el suicidio.
Rafael Alberti (1902-1999)
Alberti también dedica una parte de su obra al teatro. Su obra más importante es El adefesio (1944), con elementos esperpénticos al estilo de Valle-Inclán. Surrealista es su obra El hombre deshabitado (1930), tragedia de la creación, vida y tentación del hombre condenado a muerte. Ya en la segunda mitad del XX, Alberti escribe Noche de guerra en el Museo del Prado (1956), obra de tema político escrita con ocasión de la Guerra Civil Española (1936-1939).
Miguel Hernández (1910-1942)
Autor cercano a los del 27, posee una obra dramática bastante apreciable, aunque bastante breve. Compone tres obras en verso con influencias de los autos sacramentales de Calderón: Quien te ha visto y quien te ve y sombra de lo que eras (1933), El labrador de más aire (1937) y Pastor de la muerte (1937). Además, hemos de destacar la serie de obras cortas en prosa denominadas Teatro de guerra (1937), que consta de La cola, El hombrecito, El refugiado y Los sentados. Estas obras están escritas con una clara finalidad política y son en sí mismas portadoras de la ideología republicana del autor.

José Carlos Carrillo Martínez

martes, 27 de marzo de 2007

EL PERIODISMO: LOS PRINCIPALES SUBGÉNEROS PERIODÍSTICOS

Introducción
El lenguaje utilizado por los medios de comunicación de masas se corresponde habitualmente con el nivel coloquial del habla, aunque en algunas ocasiones, por la calidad del medio o por el género utilizado, puedan rastrearse tanto vulgarismos como usos cultos o incluso literarios.
Por obvios motivos prácticos aquí trataremos sólo de la prensa escrita.
Los manuales de estilo
Dada la difusión de estos medios, la influencia que ejercen sobre la lengua es trascendental: el hablante medio tiende a imitar los usos lingüísticos de la prensa, la radio y la televisión. Por esta razón, los periodistas tienen la obligación moral de utilizar la lengua con la mayor corrección y propiedad. Buena prueba del interés de los periodistas y de las empresas editoras por la utilización del lenguaje son los manuales de estilo publicados por algunas empresas editoras de periódicos.
Objetivos de la prensa
En general, todo medio de difusión persigue tres objetivos: informar, orientar y entretener. El uso de la lengua varía según el objetivo que prevalezca en un determinado programa o en un artículo periodístico. Para informar se emplea un habla coloquial y un tono expositivo. Para orientar se utiliza un habla más culta, más formalizada, con abundantes términos abstractos, ya que el periodista transmite ideas o reflexiones que surgen del análisis de unos hechos. La exposición se combina en este caso con la argumentación. Para entretener se usa un habla más informal, con tendencia a incluir mayor número de rasgos familiares que de rasgos cultos. Tras estos objetivos teóricos se esconde con demasiada frecuencia la voluntad de influir sobre la opinión pública e, incluso, en el caso de algunos medios, de manipularla.

Características del lenguaje periodístico
Teniendo en cuenta la variedad de subgéneros a los que las características generales que vamos a estudiar han de corresponder, es inevitable que hablemos de rasgos generales, no aplicables en su conjunto a todos los subgéneros periodísticos. No obstante, en todo escrito periodístico se podrán rastrear en mayor o menor medida las siguientes características:
Concisión
El volumen de hechos informativos es tan grande que la concisión es un rasgo imprescindible cuando se quiere transmitir en un espacio o en un tiempo fijos la mayor cantidad de información posible. No hay que olvidar que concisión y brevedad no son dos palabras sinónimas.
Especial disposición de los contenidos
La subordinación a un espacio o a un tiempo determinados y el deseo de captar el interés del lector u oyente hacen necesaria una especial disposición de los contenidos en los artículos periodísticos. En una noticia, por ejemplo, los datos de mayor interés se incluyen en primer lugar y, a continuación, se desarrollan aspectos secundarios de la noticia (estructura de pirámide invertida). De este modo, si la noticia tiene que ser recortada por falta de espacio o de tiempo, se omitirán los elementos accesorios, nunca los elementos principales.
Tendencia al cliché
La propia urgencia con que se redactan los textos periodísticos, junto con la búsqueda de la concisión, fomenta la creación de un lenguaje con cierta tendencia al cliché, el uso de frases hechas, metáforas manidas y tópicos. Esto constituye un defecto señalado por todos los manuales de estilo.
Sintaxis sencilla. Orden lógico
El empleo de oraciones cortas y de un léxico sencillo facilita la comprensión de los textos periodísticos. Los diversos elementos de la oración deben estar dispuestos siguiendo el orden lógico: sujeto, verbo, complementos (directo, indirecto, circunstancial). Este orden sólo debería verse alterado para destacar alguno de los componentes de la oración.
Objetividad
Toda información debe ser tratada con la mayor objetividad. La presencia de adjetivos antepuestos o valorativos es un síntoma inequívoco de subjetivismo en el tratamiento de esa información, como también lo es la presencia de pronombres o de formas verbales en primera persona. Con todo, muchos autores afirman que la objetividad pura no existe, ni podrá existir nunca en los medios de comunicación.
Subgéneros periodísticos

Estudiaremos seis de los subgéneros periodísticos fundamentales; cuatro de ellos de los llamados de información: la noticia, la crónica, el reportaje y la entrevista; y dos de los que se denominan de opinión: la columna y el editorial.
La noticia
En líneas generales, la noticia es un artículo en el que se informa de un hecho de interés ocurrido recientemente. Constituye el elemento primordial de la información periodística y el género básico del periodismo.
Dos características permiten diferenciar la noticia de otros géneros periodísticos cuya finalidad es también informar: la brevedad y la objetividad. El fin de la noticia no es otro que informar de un suceso sin añadir ningún tipo de análisis o de comentario. Por eso la brevedad y, por tanto, la concisión son imprescindibles a la hora de redactar una noticia. La redacción de una noticia ha de ajustarse con la mayor exactitud a los hechos ocurridos. El autor debe limitarse a informar con objetividad, sin dejar traslucir su opinión o su actitud ante lo que narra.
Al redactar una noticia hay que evitar el uso de adjetivos que denoten subjetividad, especialmente los antepuestos, y los pronombres personales o verbos en primera persona. En general hay que utilizar oraciones breves, claras y sencillas.
La estructura habitual de la noticia suele ser de pirámide invertida, técnica de relato periodístico que compone el texto partiendo de lo más importante y concluyendo en lo de menos importancia. Así, en caso de exceso de original, la información puede cortarse empezando por abajo. Suele incluir los siguientes elementos:
Titular. Véase lo dicho en el apartado Titulares de prensa.
Entradilla. El primer párrafo de una noticia suele llamarse entradilla y contiene lo principal del cuerpo informativo, pero no necesariamente un resumen de todo el artículo. Ha de ser lo suficientemente completa y autónoma como para que el lector conozca lo fundamental de la noticia sólo con leer el primer párrafo. De él se desprenderá el título de la información. Según el Libro de estilo de El País, su extensión ideal son unas 60 palabras. La entradilla suele contener las clásicas respuestas a las preguntas qué, quién, cómo, dónde, cuándo, y por qué.
El cuerpo de la noticia desarrolla la información con todo tipo de elementos complementarios; incluye los datos que no figuran en la entradilla, explica los antecedentes y apunta las posibles consecuencias. Esto no significa que se puedan incluir opiniones partidistas o juicios de valor sobre lo que se narra.
La crónica
La crónica no es otra cosa que una noticia a la que se añade un comentario personal del autor. Por eso, la crónica se define habitualmente como una noticia ampliada y comentada.
La intervención del cronista confiere a la crónica dos de sus características sobresalientes: el subjetivismo y la expresividad.
El cronista presenta los hechos desde un determinado punto de vista y los interpreta mediante comentarios en los que expresa su opinión acerca de lo ocurrido. Por eso, el subjetivismo sustituye en la crónica a la objetividad propia de la noticia. Ello no significa, sin embargo, que el cronista pueda apartarse de la verdad ni desvirtuar los hechos: la veracidad siempre debe presidir cualquier trabajo periodístico.
Puesto que el periodista intenta dar una visión original de lo sucedido, la crónica es uno de los géneros periodísticos que más se prestan a la utilización de un lenguaje personal cargado de expresividad y muchas veces próximo al lenguaje literario. Es frecuente en las crónicas la utilización de diversos artificios estilísticos.
El reportaje
Es un artículo en el que se plasma el resultado de las investigaciones hechas por el periodista sobre un tema de actualidad. Así pues, su finalidad es informativa.
El punto de partida de todo reportaje son los hechos que constituyen o constituyeron noticia y que mantienen aún interés. Sobre ellos, el periodista intenta reunir datos, conocer las causas, presentar antecedentes, analizar las consecuencias, contraponer puntos de vista diversos y diferentes interpretaciones, conocer las opiniones de los protagonistas o de los testigos de los hechos... y todo ello con el fin de ahondar cuanto sea posible en el problema objeto del reportaje para presentarlo en todas sus vertientes. Esta exhaustividad en el tratamiento de los temas hace que el reportaje precise de un espacio mucho mayor que cualquier otro género periodístico.
Los datos que componen el reportaje deben ser tratados y presentados con la máxima objetividad, de modo que el destinatario pueda formarse una opinión cierta sobre ese tema. La falta de objetividad supone transmitir una visión parcial, deformada o equivocada de los hechos.
Al ser muchas las fuentes y diversos los materiales que hay que tratar, el reportero corre el riesgo de transmitir desorganización e incoherencia a su relato. Es por ello conveniente que la organización del trabajo se haga de modo cuidadoso para que tenga unidad y congruencia argumentativa. Un buen medio para ello es buscar un hilo conductor que hilvane todo el artículo.
La entrevista
Uno de los elementos más característicos del reportaje es la entrevista, mediante la cual el periodista solicita a otra persona su versión sobre los hechos o su opinión sobre el asunto objeto del reportaje. Los datos que el entrevistado aporta en este tipo de entrevista reciben el nombre de declaraciones.
Con frecuencia el reportaje tiene por objeto al propio entrevistado, del cual se pretende descubrir, más que sus opiniones, su modo de ser, de vivir o de actuar. En tales casos la entrevista se denomina entrevista de personalidad y suele convertirse en el ingrediente principal y, a veces, exclusivo del reportaje. En ocasiones la entrevista de personalidad adopta la forma de test psicológico.
Suele combinarse con la descripción del personaje y del ambiente en que se desarrolló la entrevista y con comentarios acerca de aquellas circunstancias que pueden aclarar o completar el mensaje: entonación, gestos, reacciones... Habitualmente, la entrevista escrita va precedida de una introducción en la que el periodista presenta al personaje e introduce sus circunstancias personales.
La columna
Los principales medios de comunicación de masas no sólo informan, sino que tienen además una enorme capacidad para formar la opinión del público en temas de interés general y guiar esa opinión en un sentido o en otro. Esa capacidad se manifiesta sobre todo en los llamados artículos de fondo o columnas.
En ellos, el autor analiza desde su perspectiva algún hecho de actualidad y expresa las ideas y reflexiones que ese hecho le sugiere. Los temas tratados son tan diversos como la actualidad misma: religión, política, economía, deportes...
El punto de partida del artículo de fondo es con frecuencia una noticia concreta que el autor analiza, explica y valora, tratando de extraer conclusiones de validez universal.
El artículo de fondo suele ser obra de un redactor del periódico o de una persona de reconocido prestigio en los asuntos sobre los que escribe.
En general suelen ser subjetivos y poseer un gran rigor argumentativo: puesto que el artículo de fondo recoge la opinión de una persona, es un reflejo de la ideología de su autor. Por eso, el artículo de fondo va firmado e, incluso, en algunos casos se expresa la filiación política o académica del articulista.
La efectividad de un artículo de fondo depende en buena medida de la solidez de los razonamientos que contiene, es decir, de su rigor argumentativo. El autor debe demostrar que sus conclusiones son ciertas y, por tanto, debe graduar e hilar sus argumentos de forma que el lector admita las tesis propuestas. Es un género muy cercano al ensayo.
El editorial
Cuando el artículo de fondo refleja la opinión del periódico ante un determinado asunto, recibe el nombre de editorial. En este caso, el artículo no lleva firma, aunque suele publicarse junto a la cabecera del periódico.
Los medios de comunicación se valen del los editoriales para orientar a sus lectores y hacerles tomar conciencia de determinados problemas. Por eso, a través de ellos se puede conocer la línea informativa y la ideología de un periódico.
Aunque, en última instancia, el director es el único responsable de cuanto se diga en el editorial, éste es un artículo colectivo cuyo contenido suele ser acordado entre un grupo de personas afines a la línea política del periódico o de la empresa propietaria del mismo. Después, una de esas personas se encarga de su redacción definitiva, para que el artículo muestre unidad de estilo.

Los titulares de prensa
La función de atraer el interés del lector hacia una información recae en buena medida sobre los titulares. Un titular es el conjunto de palabras que encabeza cualquier texto periodístico y le da nombre o título. En ellos se debe presentar de modo objetivo, atractivo y sintético la información que seguidamente se desarrolla. Un titular no suele superar la docena de palabras. Una estructura sintáctica muy frecuente en los titulares es la frase nominal. Hay dos tipos de titulares:
Titulares informativos
Son un resumen breve y conciso de la noticia o texto que viene a continuación de ellos. Se distinguen por ser habitualmente afirmativos y por su claridad (El entrenador ya no dirige el equipo > fue cesado). Muchas veces se produce la omisión del verbo y se emplean sobre todo sustantivos y adjetivos, que proporcionan rotundidad y concisión.
Preocupación en Jerez por el futuro del sector vitivinícola.
Los titulares que reproducen en estilo directo declaraciones de personalidades pueden suprimir el verbo introductor, para lograr un mayor dinamismo:
Aragonés: "Lo importante es el gol"
Raúl: "Tenemos que estar unidos"
Los titulares informativos se caracterizan por su objetividad y porque no condicionan al lector a la hora de interpretar la noticia que va a leer.
Titulares sensacionalistas
Otros titulares prefieren captar a toda costa el interés del lector y hasta sorprenderlo; emplean una gran variedad de procedimientos retóricos para impresionar al posible lector y conseguir que lea el artículo. Son los titulares llamativos o sensacionalistas. Constituyen un defecto en los textos informativos porque condicionan la interpretación o valoración de la noticia que el lector pueda realizar.
Algunos recursos utilizados por estos titulares pertenecen a la mejor tradición de la retórica literaria y recuerdan en muchos casos a las frases publicitarias (eslóganes).
Dilogía o ambigüedad. Empleo de palabras con varios posibles significados.
Endesa: soluciones de alta tensión
Botella al Ayuntamiento y botellón en las calles
Juego de palabras.
Cascos los prefiere con doble casco
Estructuras bimembres. Se divide una oración en dos partes que pueden ser antitéticas o sinónimas.
Pleno catalán, desastre madrileño
Censura, no; injuria, tampoco
Paradoja. Combinación de palabras que aparentemente se contradicen.
Niños y yonquis
Frases hechas modificadas. Una frase hecha muy común o el título de alguna obra literaria se renuevan al sustituir alguno de sus elementos por otro nuevo.
Aquí hay gasto encerrado
El ingenioso hidalgo don Mariano Rajoy

El periodismo español en el siglo XX

La estabilidad de la Restauración contribuyó al nacimiento y desarrollo de los periódicos de empresa, que también sufrieron la crisis nacional de 1898. La obligada regeneración periodística se produjo gracias a la aparición, a principios del siglo XX, de tres nuevos diarios: ABC, Sol y El Debate.
Al estallar la Guerra Civil, el periodismo se convirtió en arma de combate, en instrumento de propaganda al servicio de los intereses de cada bando. Con la victoria del general Franco se impuso un largo periodo de control informativo, que varió notablemente a lo largo de casi cuarenta años de dictadura. Dos leyes de prensa marcan el periodismo de esta época: la de Gabriel Arias Salgado de 1938 y la de Manuel Fraga de 1966.
Tras el protagonismo alcanzado en la consecución de un régimen de libertades, entre ellas la informativa, la prensa afrontó una redefinición de su papel en la sociedad y en la política. La democracia dio paso a un nuevo panorama en el que el periodismo es protagonista de la configuración de la agenda política, lo que trajo consigo una lucha de fuerzas entre las distintas empresas de comunicación.
Siglo XX :
Pimer tercio: Gran altura intelectual y literaria: El Sol, Crisol y Luz, El Liberal y La Libertad publican en cada uno de sus números artículos de escritores que comentan la actualidad política y social, o escriben sobre temas estrictamente literarios, científicos o filosóficos.
En las primeras décadas de este siglo se produce el auge del ensayo en la prensa, con nombres como D'Ors, Salvador de Madariaga, Gómez de la Serna y Maragall.
Publicar en El Imparcial o ABC era la consagración. En El Imparcial lo hacen Valle-Inclán y Ortega. Este último escribe además en la revista España, de su propia fundación, así como en El Espectador y en la Revista de Occidente.
Unamuno publicó gran parte de su obra en los periódicos.
Tras la Guerra Civil aparece la censura y se produce un retroceso en la producción intelectual en general, debido en parte al exilio de muchos escritores y a la represión franquista. Falangistas y católicos publican en las revistas Escorial y Arbor.
El suplemento literario de Arriba difunde la "nueva literatura" del régimen de Franco.
En la década de los 60 hay signos de una relativa liberalización, con la aparición de la Revista de Occidente en su segunda época, y sobre todo de Cuadernos para el diálogo, de tendencia "demócrata cristiana", promovida por Ruiz Jiménez. También destacan Triunfo y Destino. En 1966 el Diario de Madrid se caracterizó por un tono marcadamente intelectual.
En 1975 desaparece Arriba y nace El País, afianzándose los periódicos de alcance regional / nacional que dedican especial atención a sus respectiva culturas. Todos los grandes diarios dedican artículos y suplementos semanales a la literatura: La Vanguardia, El Periódico, El Mundo, Las Provincias, El Correo Vasco,...etc.
Con todo ello, la literatura de fines del siglo XX y principios del siglo XXI tiene mucho menor peso en la prensa diaria que en sus inicios; no pasa de ser una oferta más dentro de la globalidad a que aspiran los grandes diarios, incluso en los que pueden definirse como de calidad. No es menos cierto que los periódicos siguen siendo los grandes altavoces de la literatura.
En cuanto a la era de "Internet-WWW", que surge en las postrimerías del siglo XX y está vigente en estos inicios del XXI, la prensa principal española se ha adaptado con éxito al nuevo formato digital, siendo accesible en la red la mayoría de las publicaciones que no hace mucho sólo eran alcanzables en papel. Internet ha supuesto una gran revolución para el mundo del periodismo, y por ende para el de la prensa literaria. Entre las muchas ventajas nos quedamos con una : la de la facilidad de divulgación de artículos, suplementos y ensayos intelectuales no sólo a nivel estatal, sino mundial, para un amplio abanico de lectores, dondequiera que est@s se encuentren. Por otra parte, las ventajas que esto aporta en el ámbito de la docencia son infinitas.
A lo largo de este primer bloque, vas a comprobar, también, cómo la historia de nuestro país, durante los siglos XIX y XX está muy relacionada con la creación de periódicos, con el intento de control de los mismos, su influencia y su capacidad para trasladar a la opinión pública española aquellos acontecimientos que se sucedían y que resultaban de interés nacional.
España hasta 1975
En el último tercio del siglo XIX la prensa española experimenta un cambio trascendental: nace el periodismo informativo y se acaba el predominio existente desde el siglo XVIII de la prensa de opinión. Es el preludio de los periódicos actuales. Los periódicos de partido fueron desplazados por los de empresa o prensa industrial. Se empezó a buscar la rentabilidad económica y se alcanzaron tiradas importantes, consiguiendo ingresos con la venta de los ejemplares y con la publicidad.
Los primeros periódicos de estas características fueron Las Novedades, fundado por Ángel Fernández de los Ríos en 1850, que incluía esencialmente noticias divididas en secciones, y La Correspondencia de España que era una apuesta abiertamente informativa frente a la abundancia de periódicos políticos que en ese momento predominan en España. Comenzaba la "edad de oro del periodismo español". Surgen importantes periódicos como Las Provincias (Valencia, 1866), La Voz de Galicia (A Coruña, 1872), La Vanguardia (Barcelona, 1881), El Adelanto de Salamanca (1883); Heraldo de Aragón, etc. También aparecen revistas gráficas semanales con ilustraciones y fotografías, como La Ilustración española y americana, Blanco y Negro y Nuevo Mundo.
En la década de los 80 hay que destacar a los dos únicos periódicos españoles que imprimían en rotativa con papel continuo: El Imparcial, fundado en 1867 por Eduardo Gasset, y que alcanzó tiradas de 140.000 ejemplares, y El Liberal, que nació en 1879 fruto de una escisión en la redacción del primero. Este último estaba dirigido por Miguel Moya, tenía edición en Madrid, Barcelona, Bilbao y Sevilla y una orientación política a la izquierda de su antecesor. La rotativa abarató los costes y permitió bajar el precio de venta del periódico aumentándose con ello el número de ventas totales por lo que también comienzan a utilizarse titulares más atractivos para captar a más lectores.
En 1890 aparece el Heraldo de Madrid y en 1905 ABC, que surge como un diario novedoso por la abundante información gráfica y por el moderno formato. En 1906 El Liberal, El Imparcial y El Heraldo de Madrid se asocian para aumentar su dominio, aunque son acusados por sus competidores de trust monopolista, y en 1917 nace un periódico que causaría sensación por su calidad: El Sol. Tenía doce páginas (frente a las ocho de la mayor parte de sus competidores) con abundante información local, cultural e internacional, incluía también suplementos semanales. Su promotor fue Nicolás María de Urgoiti. El filósofo José Ortega y Gasset escribía casi a diario en sus páginas y era su auténtica referencia intelectual. Otros periódicos importantes de esos años fueron: El Debate, La Voz, La Libertad e Informaciones.
En 1923 llegó la dictadura de Primo de Rivera, gran retroceso para la prensa al establecer la censura previa y, en 1931, la II República, bien vista en principio (excepto por ABC, monárquico) y muy criticada después. Surge una dura prensa opositora tanto a la derecha como a la izquierda. Son tiempos de movilización política y, de nuevo, de periódicos de partido: carlistas, monárquicos, integristas, fascistas, anarquistas y comunistas. Todos de limitada difusión pero que acentuaban la inestabilidad del sistema político. En Cataluña y en el País Vasco surge una importante prensa nacionalista: Euskadi (Bilbao), El Día de San Sebastián, L`Opinió, L` Humanitat, etc.
En 1936 estalló la Guerra Civil y la información desapareció en las dos zonas combatientes para convertirse en descarada propaganda. En la zona republicana, los periódicos de derechas fueron confiscados y puestos al servicio del bando republicano. Del mismo modo procedió el bando que se había sublevado contra la República con los de izquierdas. La Iglesia puso toda su organización al servicio de la propaganda franquista y la Falange llegaría a contar con distintas publicaciones. Lo fundamental era levantar el ánimo de los combatientes e intimidar al enemigo. Para ello surgen los periódicos de campaña y los de las unidades militares. También se procuró influir en los distintos corresponsales extranjeros para que la prensa internacional apoyase a uno u otro bando en cuestión.
Tras la Guerra Civil vinieron los 40 años de dictadura militar del general Franco que mantendría como una obsesión constante el control de la prensa y de los demás medios de comunicación, aunque se pueden distinguir dos períodos:
1939-1966 y 1966-1975. En el primero, la censura previa se aplica con extremo rigor. Se eliminan todos los medios de comunicación que habían estado vinculados a la República, se introducen en los textos consignas propagandísticas y se designa a los directores de todos los periódicos. La prensa se hace monótona, sin margen para la mínima crítica. Hay tres tipos de periódicos: los de propiedad privada (como ABC, La Vanguardia, La Voz de Galicia, etc.), los de la Iglesia (Ya) y los del "movimiento" (destaca Arriba). También hay que recordar al diario Pueblo, propiedad de los sindicatos verticales y escuela de muchos de los periodistas que iban a protagonizar la renovación de la prensa durante la transición. El segundo período comienza en 1966 con la aprobación de la llamada "Ley Fraga" que supuso un punto de inflexión con una relativa apertura del sistema informativo: se comenzó a publicar información antes impensable (diario Madrid) y la prensa oficial fue perdiendo mucho terreno. Aparecen revistas mensuales y semanales que tenían menor vigilancia que los diarios y fueron decisivas para difundir ideas acerca de la necesaria salida de la dictadura: Cuadernos para el Diálogo, Triunfo, Destino o Cambio 16. También proliferaron las revistas del corazón: Hola, Diez Minutos, Lecturas, Semana... y alcanzó importante éxito el semanario de sucesos El Caso. Los periódicos deportivos más leídos eran As y Marca.
España democrática
Tras la Guerra Civil, España tendría que esperar casi 40 años, hasta 1975, para recuperar un sistema democrático y dejar de sufrir el control constante sobre la prensa y los demás medios de comunicación, aunque se puede hablar algún que otro tímido avance durante esos años.
Un ejemplo de esos intentos de adaptación a los tiempos fue la famosa "Ley Fraga", aprobada en el año 1966. Una Ley de Prensa, cuyo artífice fue Manuel Fraga Iribarne, presidente de honor del PP, que supuso una relativa apertura del sistema informativo, de forma que los periódicos y la prensa en general comenzaron a tratar temas algo más variados y con una mentalidad un poco más moderna, aunque seguía siendo muy importante el control del régimen. La "Ley Fraga" ayudó a la prensa de propiedad privada a alcanzar mayor protagonismo e ir desplazando , poco a poco, a los periódicos de la Iglesia y del "movimiento", pero no fue la solución, desde luego. Sin ir más lejos, el diario Madrid trató de aprovecharse de las posibilidades de libertad informativa que propició la ley, pero debió aprovecharse "en exceso" porque fue cerrado en 1971.
La llegada de la democracia y la Constitución de 1978 supusieron una verdadera revolución en los medios de comunicación españoles. Los periódicos experimentaron importantes cambios de propiedad, gozaron de la libertad de expresión y sufrieron una profunda renovación tecnológica.
En 1976 aparecieron dos diarios que revitalizaron el panorama periodístico español: El País y Diario 16. El primero era un proyecto periodístico que venía preparándose con esmero desde años antes de la muerte de Franco. Inspirado por el hijo de Ortega y Gasset, José Ortega Spotorno, dirigido por Juan Luis Cebrián, y respaldado por un fuerte grupo financiero. El periódico planteaba como objetivo la construcción de una democracia plena con una profunda renovación de la sociedad española. Su éxito fue rotundo y conseguiría alcanzar el liderazgo de ventas de los periódicos de información general hasta la actualidad. En los años 80 publicará también una edición internacional y será la base para la creación del grupo de comunicación multimedia español más poderoso: PRISA, (http://www.prisa.es/) que agrupa, a El País, una parte de las grandes cadenas de radio (SER, Cadena 40, Dial,M-80), empresas de televisión (Canal Plus, Localia TV; Canal Satélite Digital), As; editoriales importantísimas como Santillana, Alfaguara, El Correo de Andalucía, etc. Por su parte, Diario 16 surgió con una firme voluntad de defender con vigor el sistema democrático y realizar un periodismo trepidante y de calidad. Junto a Cambio 16 permitiría la constitución de otra fuerte empresa: Grupo 16 que controlaba distintas publicaciones y fue muy importante hasta su declive en los años 90. Muchos autores identifican a Diario 16 como el periódico de la transición por excelencia.
En cuanto a los periódicos que provenían de la etapa franquista, se encontraban con dificultades para poder adaptarse a los nuevos tiempos. Todos los pertenecientes a la prensa del movimiento: Informaciones, Pueblo, El Alcázar o Arriba acabarían desapareciendo de los kioscos españoles en pocos años. Tan solo algunos periódicos regionales y locales que también provenían del Movimiento consiguieron sobrevivir gracias a que pasaron a manos privadas y fueron completamente renovados.
Con la democracia se potencian las publicaciones económicas, Cinco días y Expansión, ganan lectores las revistas del corazón y aparecen algunas revistas de carácter erótico-satírico como Sal y Pimienta o El Jueves. También aparecen nuevas revistas semanales de información general, dos con mucho éxito: Interviú, nacida en 1976 y Tiempo en 1982.
Los históricos ABC y Ya consiguieron adaptarse a los nuevos tiempos, aunque al final sólo sobrevivió ABC, que tuvo que superar importantes dificultades. Bajo la dirección de Luis María Anson, fundador del diario La Razón, se convierte en uno de los periódicos más vendidos del país y se convierte en el testigo de toda la historia de nuestro siglo XX. Ya desapareció en 1993.
En los 80 se refuerza la prensa regional con nuevos periódicos y la consolidación de otros veteranos. El Correo (del Grupo Correo, actualmente el más poderoso en la prensa local y autonómica), El Periódico de Catalunya (del Grupo Z), La Vanguardia, La Voz de Galicia y el Heraldo de Aragón son los que alcanzan las mayores tiradas. Distintas empresas extranjeras comienzan a comprar periódicos y revistas españolas y empiezan a editarse periódicos gratuitos financiados exclusivamente con la publicidad (Menos 20, Gaceta Universitaria, Diario Médico).
En 1989 el director de Diario 16 -Pedro J. Ramírez- junto a un grupo de sus redactores y con el apoyo de distintos financieros, decide lanzar un nuevo periódico: El Mundo del siglo XX. Un diario cuidado al máximo en su diseño que practicaría un periodismo de investigación y de denuncia y que, últimamente, se muestra afín a los grupos políticos de la derecha política. Ha conseguido ser el segundo periódico de información general de mayor difusión, por detrás de El País.

(Al texto original de Alfonso Sancho Rodríguez se le han hecho pequeñas modificaciones. Algunos nombres de periódicos figuran en cursiva -como debe ser- y otros azulados, porque se supone que podéis acceder a una información particular sobre ellos)

jueves, 22 de marzo de 2007

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EL TEATRO

La dramática constituye uno de los principales géneros literarios. Presenta, de manera directa, uno o varios conflictos a través de uno o varios personajes que desarrollan sobre la escena el argumento gracias, fundamentalmente, al diálogo. El teatro o dramática se presenta ante los posibles receptores de dos maneras: mediante la actuación de los actores sobre un escenario delante del público o a través de la lectura de la obra como si se tratase, por ejemplo, de una novela. De todos modos, las obras teatrales están concebidas para ser representadas, y cualquier lectura personal no es más que un ejercicio incompleto, ya que hemos de prescindir de elementos tales como la música, la iluminación, el movimiento de los actores...
Características del género dramático
Así, este género literario cuenta con las siguientes características básicas:
-Los autores dramáticos deben contar una historia en un lapso de tiempo bastante limitado, con lo que no se pueden permitir demoras innecesarias.
-El hilo argumental debe captar la atención del público durante toda la representación. El recurso fundamental para conseguirlo consiste en establecer, cada cierto tiempo, un momento culminante o clímax que vaya encaminando la historia hacia el desenlace.
-El teatro es una mezcla de recursos lingüísticos y espectaculares, o lo que es lo mismo, el texto literario se suma, como un elemento más, a los elementos escénicos pertinentes para conseguir un espectáculo completo.
-Aunque podamos leer una obra de teatro, los personajes que intervienen en ella han sido concebidos por el autor para ser encarnados por actores sobre un escenario.
-La acción se ve determinada por el diálogo y, a través de él, se establece el conflicto central de la obra.
-El autor queda oculto detrás del argumento y los personajes. Si leemos una obra teatral, observaremos que de vez en cuando aparecen indicaciones sobre cómo debe ser el escenario o cómo deben actuar los personajes. Estas instrucciones se denominan acotaciones. Por lo demás, los sentimientos del autor, sus ideas y opiniones se encuentran diluidos en la amalgama de personajes y ambientes que forman una obra de teatro.
A partir de estas características generales, los elementos que otorgan personalidad propia a este género son los siguientes:
Acción
Son todos los acontecimientos que suceden en escena durante la representación relacionados con la actuación y las situaciones que afectan a los personajes. Dicho de otro modo, la acción es el argumento que se desarrolla ante nuestros ojos cuando asistimos a una representación teatral. Este argumento suele estar dividido en actos o partes (también denominados jornadas). La antigua tragedia griega no se dividía en actos, sino en episodios (de dos a seis) separados entre sí por las intervenciones del coro. A partir del teatro romano se generalizó la división en cinco actos, hasta que Lope de Vega (1562-1635) redujo la acción a tres actos, división que llega hasta hoy. Si dentro de un acto se produce un cambio de espacio, entonces se ha producido un cambio de cuadro, con lo que dentro de un acto puede haber distintos cuadros según los espacios que aparezcan. Por otra parte, cada vez que un personaje sale de la escena, o bien cuando se incorpora uno nuevo, se produce una nueva escena. Un acto constará de tantas escenas como entradas y salidas de personajes haya.
Personajes
Son quienes llevan a cabo la acción dramática a través del diálogo. Debido a las limitaciones espacio-temporales de una obra teatral, es difícil que podamos asistir a una caracterización psicológica profunda de todos los personajes, por lo que sólo son analizados con detenimiento los protagonistas. Los personajes se suelen valer de la mímica o los gestos como complemento al discurso. Estas expresiones fisonómicas o gestos suelen obedecer a las acotaciones del autor, aunque en algunas representaciones es el director de escenografía el que dicta los movimientos de los actores, en ocasiones, de manera distinta a las acotaciones. Con la eclosión del teatro durante el Siglo de Oro (XVI-XVII), aparecen una serie de personajes o tipos característicos que representan actitudes o comportamientos ideales, tales como el galán, la dama, el padre o hermano de la dama, el gracioso como contraste al galán, el criado criticón o el soldado presumido y fanfarrón. A partir del Romanticismo no podemos hablar de tipos determinados, sino de personajes que evolucionan ante los ojos del espectador.
Tensión dramática
Es la reacción que se produce en el espectador ante los acontecimientos que están ocurriendo en la obra. Los autores buscan el interés del público mediante la inclusión de momentos culminantes al final de cada acto, lo cual contribuye a que se mantenga la atención hasta el desenlace. La tensión dramática pone en juego recursos como el avance rápido de la acción justo después de la presentación, de modo que se pone inmediatamente en marcha el conflicto; momentos que van retardando el desenlace, con lo que el interés aumenta, y el denominado anticlímax, cuando el conflicto que presenta la acción llega a un desenlace inesperado o no previsto.
Tiempo
No es fácil el tratamiento del tiempo en una obra dramática, ya que ésta se desarrolla ante los ojos del espectador y las posibilidades que ofrece una novela, por ejemplo, son prácticamente infinitas en comparación con una obra teatral. Hemos de tener en cuenta que, por un lado, está el tiempo de la representación, es decir, lo que dura la obra teatral (dos o tres horas, habitualmente). En ese tiempo se debe desarrollar una acción determinada, que puede durar lo mismo que la representación, o más, con lo que los personajes deberán hacer referencia al tiempo que transcurre (prolepsis), denominado tiempo aludido. Así, hemos de diferenciar entre tiempo de la representación, tiempo de la acción y tiempo aludido.
Como hemos dicho arriba, las obras se suelen dividir en actos o jornadas. Normalmente, si se produce algún salto temporal, éste estará situado entre dos actos, y serán los personajes los encargados de informar, mediante sus palabras, del tiempo que ha transcurrido con respecto al acto anterior. Aristóteles, en el siglo IV a. C., estableció en su Poética unas sencillas técnicas que ayudaban a evitar los saltos espaciotemporales: se trata de la regla de las tres unidades, según la cual la acción de una obra dramática sólo se podrá desarrollar en un día (unidad de tiempo), en un único espacio (unidad de lugar) y con un solo hilo argumental, sin acciones secundarias (unidad de acción). Lope de Vega rompe con estas reglas tan estrictas y el teatro del Romanticismo (XIX), siguiendo las directrices de Lope en su Arte nuevo de hacer comedias, consagrará la ruptura definitiva con la Poética de Aristóteles.
Diálogo
Las conversaciones que los personajes mantienen entre sí hacen que la acción avance. Estas conversaciones se pueden producir entre dos o más personajes. En algún momento, un personaje, apartándose del resto o desviando su mirada, puede hacer un comentario en voz alta, destinado al público, que no es oído por el resto de personajes. Este recurso se denomina aparte. Mediante los apartes los personajes realizan reflexiones en voz alta, hacen comentarios malintencionados o declaran un pensamiento que puede ser de utilidad para el desarrollo de la acción. La finalidad de los apartes es la de informar al público. Por otra parte, uno de los recursos más característicos del teatro es el monólogo: discurso que un personaje, normalmente solo sobre el escenario, pronuncia para sí mismo a modo de pensamiento o reflexión, aunque en realidad el receptor último es el público. Suele tener un carácter lírico y reflexivo y una extensión considerable. El monólogo más famoso de nuestra literatura es el que pronuncia Segismundo en La vida es sueño, de Pedro Calderón de la Barca (1600-1681). Hoy en día el término monólogo se ha puesto de moda gracias a las intervenciones que ciertos humoristas realizan sobre un escenario ante el público. Se trata de un recurso teatral desgajado del contexto de una obra dramática, que demuestra el gran rendimiento que puede ofrecer como reflexión o información a los espectadores. Por último, en el teatro clásico grecolatino solía aparecer un coro que, en ciertos momentos de la representación, era tomado por la voz de la conciencia del personaje, el narrador o una comunidad de personas. Este personaje colectivo solía poner el punto final a cada uno de los episodios en los que estaban divididas las obras dramáticas.
Acotación
Se trata de aclaraciones que el autor de la obra teatral realiza sobre cómo debe ser el decorado, cómo se tienen que mover los personajes, qué gestos deben hacer... Son orientaciones que intentan clarificar la comprensión de la obra, por lo cual, aunque aparezcan ante nuestros ojos cuando leemos una obra dramática (normalmente entre paréntesis o con letra cursiva), no pueden ser pronunciadas durante una representación.
Elementos caracterizadores
Para que el argumento de una obra sea creíble, los directores teatrales suelen recurrir a recursos auxiliares que contribuyan al espectáculo: un vestuario acorde con la época en la que se sitúa la obra, música de fondo o de acompañamiento (con la misma finalidad que la banda sonora de una película), iluminación adecuada a cada momento y una escenografía adaptada a la obra en cuestión, que suele estar al cargo del director de escena. En el teatro medieval estos recursos eran casi inexistentes, con lo que los espectadores debían utilizar más su imaginación para la contemplación de una obra teatral. Durante el Siglo de Oro, con la representación en corrales de comedias, los autores se debían valer de dos o tres puertas al fondo del escenario y un primer piso con ventanas y un balcón. Poco a poco el teatro se fue desarrollando y fue precisamente Calderón de la Barca quien más contribuyó al desarrollo de los efectos más o menos especiales y de la escenografía. Hoy en día la representación depende, en cuanto a su escenografía, del director de escena, que puede concebir un escenario minimalista, es decir, con los mínimos recursos, o bien una representación clásica, esto es, lo más realista posible.
Breve historia del teatro
El lugar de la representación

El teatro clásico griego (siglos VI y V a. C.) tiene como primer marco de representación cualquier lugar cercano al altar de Dionisos, dios del vino y de la fecundidad. Eran las fiestas dionisíacas o bacanales, en las cuales los hombres se cubrían con pieles de macho cabrío y cantaban y bailaban. Los cantos eran dirigidos por el corifeo. Pronto, y ante el éxito que estas manifestaciones literarias y religiosas estaban tomando, se comienzan a construir los primeros edificios destinados exclusivamente al teatro: se trataba de estructuras de piedra semicirculares asentadas sobre la falda de una colina. El lugar de la representación se encontraba en la parte inferior de la construcción. La orkestra estaba destinada a los danzantes y tenía una forma circular interrumpida por la skene, con forma de rectángulo alargado. El escenario, normalmente de madera, se elevaba tres o cuatro metros sobre la orkestra. Para lograr algunos efectos especiales, se utilizaban ganchos, poleas y plataformas.
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En el teatro romano (siglos I a. C – I d. C.) se produce la ampliación del escenario a costa de la orquesta, que pierde importancia, y se mejoran los aspectos técnicos referentes a la visibilidad y a la acústica, aunque la estructura del teatro continúa siendo prácticamente la misma, con la única diferencia de que ya no se aprovechan las laderas de las colinas, sino que los teatros son edificios exentos. Tras la decadencia de Roma sobrevienen varios siglos de inactividad teatral y decadencia.
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Poco a poco, gracias al impulso de la liturgia católica, el teatro reaparece como conmemoración divina en los altares de las iglesias. Se trataba de representaciones muy sencillas, sin ningún tipo de escenografía, en las cuales eran los propios oficiantes, o los monaguillos, los que representaban pasajes de la Biblia relacionados con festividades religiosas (principalmente Navidad y Semana Santa). Tal éxito obtuvieron estas sencillas representaciones que, a partir del siglo XIV, pasaron a las calles, donde seglares realizaban pequeñas representaciones sobre tablados portátiles, la mayor parte de las veces carros de madera. Los artificios técnicos eran casi inexistentes, aunque poco a poco se fueron perfeccionando.
El Renacimiento italiano redescubre a los grandes autores clásicos grecolatinos: Esquilo, Sófocles, Eurípides, Aristófanes, Menandro, Séneca, Plauto, Terencio... además del manuscrito de Vitruvio titulado De architectura, en el que su autor describe con detalle la arquitectura teatral. El arte teatral se vuelve a desarrollar, y en las representaciones se incorporan decoraciones pintadas, además de una pared al fondo del escenario con puertas y ventanas, que servían como tales o como árboles o montañas, según las necesidades de la obra en cuestión. En España aparecen los corrales de comedias, patios de vecinos en los que, de manera más o menos habitual, se realizaban representaciones. De pie o sentados, delante del escenario, se encontraban los hombres pertenecientes al pueblo llano. En las galerías laterales se situaban los espectadores de más categoría social, sentados. Frente al escenario, en el primer piso de la galería, se encontraba la cazuela, ocupada por las mujeres, y en el segundo piso, la tertulia, donde se situaban los religiosos y los hombres de letras.
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Poco a poco se fueron perfeccionando los aspectos escenográficos. En el siglo XVIII el teatro posbarroco se mostraba espectacular en cuando a efectos y decorados, aunque vacío de contenidos. Durante la primera mitad del siglo XX se producen las innovaciones técnicas más importantes, con la incorporación definitiva de los efectos de luces y el perfeccionamiento del sonido.
El espectáculo
Ya en Egipto, en el año 3000 a. C., se representaba el nacimiento del monarca y su coronación, con claras implicaciones simbólico-religiosas. Grecia y su teatro fueron el detonante del gran desarrollo que posteriormente alcanzaría. Nació asociado al culto de Dionisos (Baco en la mitología latina) y tenía una finalidad laudatoria y formativa. Se trataba de una mezcla de danza, canto y recitación protagonizada por pocos personajes sobre la escena, acompañados por un coro. Los actores llevaban máscaras para amplificar la voz y coturnos, una especie de zapatos con grandes suelas para permitir que los espectadores más alejados pudieran asistir con comodidad a la representación.
Géneros
Dentro de este teatro, los tres géneros mayores eran:
La tragedia: protagonizada por personajes de alta categoría social que se ven arrastrados por la fatalidad a graves conflictos entre sí, a través de un lenguaje esmerado y cuidado. La tragedia griega se caracteriza por el horror, la desgracia y la muerte. El protagonista suele ser el héroe, que actúa con el decoro suficiente de acuerdo a las normas establecidas. Suele representar un ideal de comportamiento humano. Contra este héroe se encuentra el antagonista, que puede ser un solo hombre o un conjunto de circunstancias contrarias a la voluntad del protagonista. El conflicto suele desembocar en la catástrofe, en la fatalidad. Las obras están regidas por las tres unidades (acción, lugar y tiempo). Los espectadores, ante la contemplación de una tragedia, se solidarizan y sufren con el protagonista, con lo que llegan a la catarsis (liberación).
El drama satírico o tragicomedia: suele tratar un tema legendario, aunque con efectos cómicos protagonizados, fundamentalmente, por el coro. Los dioses no intervienen en la vida de los hombres y puede haber más de una acción al mismo tiempo. Se encuentra a medio camino entre la tragedia y la comedia: no se evitan las situaciones cómicas, pero tampoco el desenlace trágico.
La comedia: se basa en la ridiculización y denuncia desenfadada de costumbres y problemas cotidianos. Los protagonistas suelen ser personas normales que sufren en escena, aunque siempre desde un punto de vista cómico. Se busca la risa, por lo que el desenlace es feliz, desenfadado y alegre, sin olvidar la ironía.
Subgéneros dramáticos
Auto sacramental
: obras de tema religioso que cuentan con un solo acto en verso. Los personajes son alegóricos (la Muerte, el Pobre, el Rico, la Hermosura, el Mundo...). Este género vive su apogeo durante el siglo XVII, gracias, sobre todo, a Calderón de la Barca. Se solían representar durante el día del Corpus.
Sainete: pieza corta (uno o dos actos) de carácter cómico y costumbrista, que puede estar escrita en verso o prosa. El principal cultivador de sainetes es Ramón de la Cruz.
Paso: obra breve con finalidad cómica concebida para ser representada en los entreactos de las obras mayores. Su creador fue Lope de Rueda (s. XIV).
Entremés: breve pieza teatral que se representaba en los entreactos de las obras mayores. Tiene un carácter cómico y representa un ambiente popular. La acción y los personajes del entremés suelen ser más complejos que en el paso, de mayor simplicidad técnica. Uno de los mejores autores de entremeses es Miguel de Cervantes (1547-1616).
Farsa: obra cómica, breve, y sin otra finalidad que la de hacer reír. Suele tener un marcado carácter satírico y se caracteriza por la exageración de las situaciones.
Melodrama: suele presentar situaciones graves y serias en las que los personajes buenos sufren despiadadamente a manos de los malos. Se caracteriza por el sentimentalismo exagerado.


José Carlos Carrillo Martínez

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